Capítulo 18. Nuevos comienzos.

900 98 2
                                    

Anastasia escaneaba el vestíbulo de su grupo de orientación de primer año.

Decenas de estudiantes merodeaban alrededor, charlando y riendo.

Todos ellos parecían tener amigos ya.

¿Cómo? ¿Cómo se hacen amigos tan rápido si son nuevos?.

Su rostro se ensombreció.

El pánico se apoderó de ella al instante, y consideró girar sobre sus talones y lanzarse fuera del edificio.

De repente todo era extraño y
enorme y aterrador.

No creía tener agallas para ir a la universidad.

—Te ves un poco asustada —dijo alguien a su lado.

Su rostro se disparó hacia él y lo vio sonreírle.

Él tiró de las correas de su
mochila para apretarlas, luego se ajustó la gorra de béisbol en su cabeza.

—Lo estoy —respondió Anastasia.

No tenía sentido mentir al respecto.

Ella sabía que a su cara se le había drenado el color.

—No es la gran cosa —dijo el chico. Hizo un gesto con la mano alrededor—.¿Ves? Solo un edificio. ¿Esa gente de allí? Solo gente. Lo que sea, ¿de acuerdo?

Anastasia esbozó una sonrisa.

—Todavía estoy asustada.

El chico se quitó la gorra.

Y la coloco en la cabeza de ella.

Ella lo miró confundida.

—Esa gorra tiene magia, ¿de acuerdo? Es mi gorra de la suerte. La he tenido durante diez años.

—¡Oh, qué asco! —dijo Anastasia en broma.

El muchacho se echó a reír.

—La he lavado un par de veces en esos diez años.

Anastasia se encogió de hombros.

—El punto es que tiene mucha suerte. Mucha suerte. Y como te vi tan asustada en nuestra orientación de hoy, dejaré que la lleves. Te dará confianza.

Anastasia levantó la gorra y lo considero.

Era de un blanco sucio y descolorido, con una «A» bordada al frente.

—¿Cómo sé que no tiene piojos?

—No lo sabrás.

—Enfermo —dijo ella, y se rasco la cabeza.

El muchacho se echó a reír.

—Yo no tengo piojos.

Anastasia asintió y le tendió la gorra de béisbol.

—Pero, ¿no quieres tener confianza en ti mismo hoy?

Él sonrió.

—Pensé que estaba haciendo eso.

—Oh, por Dios. Eres uno de esos —murmuro ella.

Él rio entre dientes.

—No, en serio. Al menos dame algo de crédito por hablar contigo primero. —Miró él expectante.

Ella lucía una sonrisa completa ahora.

—Pero tú eres naturalmente sociable. Puedo decirlo.

—Hmmm. Supongo que tienes razón —admitió el.

—Podrías hablar con una pared. Así que no cuenta.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora