Capítulo 4. visita esperada.

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—Te estoy pidiendo que te quedes aquí, Anastasia —dijo Christian.

Él salió de la habitación y le cerró la puerta en las narices.

Ella la abrió bruscamente y lo siguió.

—No abras —susurró ella, tirando del brazo de Christian.

—No le tengo miedo a tu padre. Vuelve a la habitación.

—¡Por favor, no hagas esto! —suplicó Anastasia.

—Vuelve a la habitación —dijo Christian.

Tiró de su brazo para liberarse del
agarre de ella y abrió la puerta.

El Sr. Steel entró de sopetón.

Vio a su hija y se quedó congelado.

—¿Qué quieres? —preguntó Christian.

—Quiero llevar a casa a mi hija.

—Ella está en casa.

—Ésta no es su casa —gruñó el Sr. Steel—. Anastasia, vámonos.

Anastasia abrió su boca para hablar, pero no podía formar palabas.

Así como así, en un instante, se quedó muda.

Negó con la cabeza.

—Anastasia, éste es un mal lugar. ¿Este hombre de aquí? —Señaló a Christian—. Él es un mal hombre. Un pedófilo. Y va a ir a la cárcel.

Anastasia siguió negando con la cabeza. ¡Abre tu boca y di algo!, gritó por dentro.

—No ira a ningún sitio —dijo Christian—. Y ella no es una niña.

El Sr. Steel lo ignoró.

—Anastasia. Este hombre te usó.

—Nunca la usé —declaró Christian.

—Se aprovechó de ti porque eres joven.

—Nunca me aproveché de ella.

El Sr. Steem siguió dirigiéndose a su hija:

—No es tu culpa. Te hizo pensar que te amaba…

—¡Estoy aquí mismo, hijo de puta! —rugió Christian—. ¡Deja de decirle mentiras!

—¡No son mentiras! —gritó el Sr. Steel.

Finalmente miró a Christian por primera vez desde que entró a su apartamento

—. ¡Usaste a mi hija!

—¡La amo! ¡Cuido de ella! ¿Y qué haces tú? ¡Le golpeaste el ojo!

El Sr. Steel arremetió contra Christian, agarrándolo de la garganta y llevándolo al suelo.

Anastasia jadeó.

Haz algo.

Di algo.

Anastasia, ¡di algo!

Observó con horror a las extremidades retorciéndose, reculando ante los gruñidos y quejidos de dos hombres tratando de darse una paliza el uno al otro.

Golpe a la cara.

Un baile torpe alrededor de la mesa
del café.

Puñetazo al abdomen.

Gemidos.

Otra embestida.

Vidrio roto.

Labio cortado.

Dos labios cortados.

Puñetazo al pecho.

Grito de dolor.

—Paren —susurró apenas.

La lucha siguió en el comedor.

—Paren. —Su voz estaba volviendo. Más fuerte—. Paren —ordenó con
autoridad.

Manos a las gargantas una vez más.

—¡Te mataré! —gritó el Sr. Steel.

Christian golpeó su cara.

El Sr. Steel retrocedió y se agarró el ojo.

—¡PAREN! —gritó Anastasia.

Y luego lo recordó.

La ficha de la negociación.

Sintió el dolor en su ojo dañado, un repentino latido de claridad, de esperanza.

—No lo hagas, papá —dijo Anastasia con calma.

El puño del Sr. Steel estaba levantado, listo para atacar.

Se volvió hacia su hija.

—Si lo tocas, si vas a la policía, haré que te arresten por agresión —dijo.

El Sr. Steel parpadeó.

Se quedó congelado, procesando la información.

—Le saqué todos a mi cara. Tengo testigos. Ollie. Mamá. Le diré a la policía que me golpeaste. Y mamá tendrá que decir la verdad. Ollie también.

El Sr. Steel bajó su puño y miró a su hija con incredulidad.

Anastasia siguió hablando, pero no como la joven que solía ser.

Habló como la mujer que era ahora.

—No hizo nada malo. No me usó. No fue tras de mí porque estaba sola. Eso no significa que no estuviera sola, pero no es el por qué se enamoró de mí. Se enamoró de mí por mí. Y yo elegí esta relación. Elegí estar con él. Yo. Elegí —enfatizó las últimas palabras.

—Pero él te manipuló, cariño —dijo el Sr. Steel. Sonaba derrotado.

—No —replicó Anastasia—. Nunca lo hizo. Pero tú sí. O al menos lo
intentaste. Acabas de hacerlo. Entrando aquí. Diciéndome que Christian es un mal hombre. Eso es manipulación, papá.

Silencio.

—Mira lo que me hiciste. —Anastasia se señaló la cara.

El Sr. Steel apartó su mirada.

—¿Qué harás? ¿Eh, papá?

—¿Cómo pudiste hacer esto, Anastasia? —preguntó el Sr. Steel, mirando a la pared.

El sonido de amarga traición envenenaba sus palabras.

A Anastasia le pareció gracioso.

¿Él se sentía traicionado? Ella era la que tenía un ojo morado.

—No me dejas opción —dijo ella.

—Los padres de kate igualmente lo notificarán a la escuela.

—No me importan los padres de kate. No puedo evitarlo. ¿Pero esto? ¿Aquí
y ahora? Solo me importa esto. Y lo que puedo hacer con esto. Y nunca te volveré a hablar si vas a la policía. Pero sí denunciaré la agresión. Lo haré.

Anastasia respiró profundamente, esperando la respuesta de su padre.

El Sr. Steel finalmente la miró.

La máscara de traición en su cara se volvió siniestra, endureciendo sus facciones.

Sus siguientes palabras salieron con una mezcla de dolor y orgullo.

—No diré nada. Pero si no vienes a casa conmigo, ya no eres mi hija. Lo digo en serio. Sin seguro. Sin ayuda financiera de ninguna clase. —Se detuvo—. Si no vienes a casa conmigo, ya no eres parte de nuestra familia.

Anastasia pensó un momento.

Sintió la picazón en sus ojos, y pensó que estaba bien dejar caer lágrimas.

Así que lo hizo.

Y nunca le quitó los ojos de encima a su padre.

—Estoy en casa....

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora