Capítulo 23.jugando a las casitas 2

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—No, no lo es.

—Lo es, Anastasia.

Se detuvo y lo miró a la cara.

—Ésta nunca ha sido mi casa. Ésta es tu casa, con tu lavabo y tu cama y tus toallas y tus platos y tus vasos y tus armarios y…

—Detente.

—¡Es verdad! ¡No sé dónde encajo! ¡No sé dónde se supone que van mis cosas!

—En cualquier lugar.

—No hagas eso. Sabes que no lo dices en serio.

—Sí. Lo digo en serio. Y lamento haberme enfadado por los vasos. Lo
lamento.

Anastasia se encogió de hombros.

Se sentó en silencio por un momento, debatiendo entre lo que sabía que tenía que hacer.

Él tenía razón con los vasos.

Lo sabía.

Pero estaba enfadada y no quería concedérselo.

—¡Lamento dejar los vasos por ahí! —espetó.

—Guau.

—¿Qué? —demandó.

—Ésa fue la peor disculpa que ha sonado en la historia —dijo.

—Tienes razón. No lo lamento. Todavía no, de todas formas. —Lanzó otra botella debajo del lavabo.

—No tienes que disculparte —replicó Christian. Le agarró las manos—. Detente. Sencillamente detente, por favor. Y escúchame. Tienes razón. No te he hecho espacio aquí. Y lamento eso. No deberías tener que usar el armario de la habitación de invitados. No eres una invitada. Eres mi novia, y vives conmigo ahora, y eso hace que todo esto sea tuyo.

Anastasia asintió.

—Pero todavía siento que es solo tuyo.

Christian pensó un momento.

—Tengo una idea.

* * *

Anastasia revisó el balance de su cuenta bancaria en su teléfono.

—¿Y qué piensas? —preguntó Christian.

—No más de doscientos, y realmente no debería gastar eso —replicó.

—Estás olvidando que tengo cupones —dijo Christian, levantándolos.

Llamó a todas sus amigas mujeres y les preguntó si tenían cupones Bed Bath and Beyond( Línea de productos de cocina.) de los que estuvieran dispuestas a deshacerse.

La mayoría dijo que no al principio, hasta que les explicó la situación con Anastasia. Todas se sintieron mal
por ella y arreglaron horas para que él recogiera los cupones.

Terminó teniendo treinta.

—Puedes hacer que doscientos dólares alcancen —dijo.

Ella sonrió y miró su lista.

—Adornos de cocina.

—¿No tengo suficientes? —preguntó Christian, caminando a su lado mientras ella empujaba el carrito.

—Te faltan algunas cosas —replicó.

Él sonrió con suficiencia, pero no dijo nada.

La chica ni siquiera cocinaba.

¿Qué sabría sobre aparatos de cocina?

Anastasia se estiró hacia un cepillo de silicona.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora