Capítulo 33.

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—Puedes calmarte? —preguntó Christian, revolviendo la salsa.

Anastasia revoloteó alrededor de la cocina en un frenesí, probando la limonada que hizo, tirando platos de la alacena.

—¿Dónde están esas servilletas de tela que compré? —preguntó.

—¿Necesitamos servilletas de tela? Es de Dylan de quien estamos hablando —dijo Christian.

Rodó sus ojos.

—Sí. Y su novia. Nunca la he conocido.

—Estoy seguro de que ella no se preocupa por servilletas de tela.

—¡Solo dime dónde las puse! —exigió Anastasia.

Chritian se dio la vuelta y la miró.

Llevaba el mismo delantal negro que siempre usaba desde la primera vez que cocinaron juntos.

Esta vez, sin embargo, no estaba
desnuda debajo.

Su cabello recogido hacia atrás, la hacía parecer mayor.

Él sabía que ese era su objetivo, una apariencia madura, por lo que preparó su cerebro para que fuera una cena verdadera.

Había salido con Dylan varias veces.

Él no estaba muy seguro de qué va todo el alboroto.

—Están en la despensa —dijo.

Él la vio poner la mesa, y luego dirigió su atención al zumbido del temporizador.

Él sacó el pan de ajo del horno, y ella le pasó un tazón de pan.

—¿Tengo un tazón de pan? —preguntó.

—Tenemos un tazón de pan. Lo compré el otro día —respondió Anastasia.

Él sonrió y no dijo nada.

El timbre sonó, y Anastasia saltó.

—¡No encendí las velas! —chilló, corriendo a la sala de estar con una caja de fósforos―. ¡Espera!

La mano de Christian se cernía sobre el pomo de la puerta.

—Anastasia, ¿en serio? —susurró.

—¡Solo espera! —dijo entre dientes, pasando rápidamente de vela en vela hasta que las cuatro estuvieron encendidas.

—¿Ahora? —preguntó.

Ella corrió a la cocina, tiró los fósforos usados, y se arrancó el delantal.

—¡¿Ahora, Anastasia?! ―gritó Christian desde la otra habitación.
Ella dobló la esquina y preguntó—: ¿Me veo bien?

El timbre sonó por segunda vez.

Ignoró el sonido y se quedó mirando a su novia.

Estaba muy bonita y nerviosa
y sexy, que se le cruzó el pensamiento de abrir la puerta y decirle a sus invitados que se perdieran, que tenía asuntos que atender.

Y eso involucraba a Anastasia y una
mesa de comedo
r.
—Hermosa —respondió y la vio iluminarse.

Abrió la puerta, y Dylan empujó
la puerta para entrar.

—Amigo —dijo—. ¿Qué demonios te tomó tanto tiempo? —Se dirigía
corriendo al baño mientras que su novia estaba de pie en la sala de estar, indecisa de en donde poner su bolso.

Chritian nunca la había conocido.

Esta era una nueva novia, escogida de una larga lista de ellas, y él se preguntó durante cuántas semanas saldría antes de que fuera reemplazada.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora