Capítulo 8. ¿Todo termino?

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—Así que, ¿qué opinas? —preguntó Christian.

Caminó alrededor de la parte trasera del auto donde Anastasia estaba parada.

—¿Qué opino? Opino que no vas a comprarme un auto. Eso es lo que opino —respondió Anastasia.

El dueño del auto levantó sus cejas ante eso.

Christian no quería que pensara que estaban haciéndolo perder su tiempo, así que sacudió su cabeza, comunicándose

silenciosamente.

—No la escuche. —Y el hombre asintió.

Christian deseaba en ese momento no haber traído a Anastasia

—. Necesitas un auto —dijo—. Tienes un trabajo. Estarás empezando la escuela en unos meses.

—No puedo permitirte que me compres un auto. Es una cuestión de balance de poder —ella replicó.

El dueño sonrió.

—¿Nos puede dar un minuto? —le pregunto Christian.

Él asintió y se alejó

—. ¿Cuestión de balance de poder?

—Sí. Si me compras algo tendrás la sartén por el mango. Poder sobre mí.

—Anastasia, nadie en el mundo tiene poder sobre ti. Ya he aprendido eso. Y de cualquier manera comprarte un auto no tiene nada que ver con poder. Es práctico. No, ni siquiera eso. Es una necesidad. No podemos compartir el auto.

Anastasia permaneció callada por un momento.

— ¿Cómo vas a pagar esto?

—Con dinero. —Ella le dio una mirada exasperada.

— ¿Dinero de dónde?

—De mi cuenta del banco.

—Ese dinero es para tu programa del doctorado.

—Sí y para un auto para ti. Así que ahora escucha. Sé que necesita un nuevo arreglo de pintura. Es un poco ruidoso aquí y ahí, pero voy a cambiar ese motor y funcionará. Realmente funcionará. —Se acercó y le susurró—: Este hombre lo está
vendiendo más barato de lo que es. —Anastasia escuchó su razonamiento y asintió—. Es un buen trato. Seríamos tontos si no lo aprovechamos. —Anastasia volvió a asentir—. ¿Me estás diciendo que puedo comprarte este auto? —Asintió por tercera vez—. Utiliza tus palabras Anastasia —Su cabeza se levantó y le lanzó
una mirada extraña—. ¿Qué? Se supone que estoy bromeando —dijo Christian confundido.

—No, yo solo estaba pensando en… —su voz fue bajando, recordando.

Su confesión a Avery.

Y la promesa de Avery.

—¿Anastasia?

—Avery me dijo eso hace un tiempo. «Utiliza tus palabras». Solo me lo
recordaste. Eso es todo. —Caminó hacia la puerta del conductor y la abrió.

Metió su cabeza y miró alrededor, luego se puso de pie y se giró hacia Christian

—. Vamos a hacerlo.

Le tomó unos pocos minutos a Anastasia conseguir usar el embrague de su «nuevo» auto usado.

Había estado conduciendo el Volkswagen de Christian a la escuela y estaba más cómoda con ese embrague. Ahora, pensaba que nuevamente estaba aprendiendo a conducir, quedándose estancada en cada semáforo y soportando el odioso sonido del desagradable claxon.

¿Desde cuándo East Cobb se
convirtió en la central de perras?

—Necesitas algo de práctica —dijo Christian cuando estuvieron a salvo en casa.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora