Capítulo 76.

835 92 2
                                    

—Lengua. Atrás. —No entendió y chilló en su pene mientras se corría en ella.

Su semen golpeó la parte de atrás de su garganta, desencadenando el reflejo de atragantarse, exhaló después de escupir todo sobre sus vaqueros.

—Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío —dijo con el semen goteando de la comisura de sus labios—. ¡Estoy asquerosa!

Christian estalló en risas.

—¡Christian! ¡Oh dios mío! ¡Es tan asqueroso! ¿Por qué no me dijiste?

—Lo intenté —discutió—. Dije pon tu lengua atrás.

Anastasia sacudió su cabeza.

—¿Cómo se supone que sepa qué significa eso?

Miró fijamente la pizca de semen que reunía en las esquinas de su boca, la
pizca que no había hecho su camino barbilla abajo.

—Lámete los labios —dijo.

Su diminuta lengua rosa salió como una flecha y golpeó fuerte las esquinas de su boca.

Tragó luego lo miró con patética desesperación.

—Eres jodidamente sexi —dijo—. La próxima vez vas a estar desnuda cuando me toques.

—¿Próxima vez? —replicó—. Sí, claro.

Rio entre dientes y se inclinó para alcanzar los pañuelos, empleando unos cuantos para limpiar sus vaqueros.

—No puedes darme algo tan asombroso y después tomarlo de vuelta. Estoy consentido ahora. Voy a esperar una mamada todo el tiempo.

Ella consideró esto.

—Bien. Pero no puedes correrte en mi boca.

—Cosa segura.

Le miró sospechosamente.

—Me dirás cuando estás cerca de correrte, ¿está bien?

—Por supuesto. —Sus ojos brillaban con malicia.

—Lo digo en serio —advirtió.

—Oh, lo sé. —Se subió y abotonó sus pantalones.

—Bien —replicó—. Ahora pon tu cabeza entre mis piernas y haz que me corra.

Esto lo conmocionó y lo maravilló.

Amaba cuando ella hablaba sucio.

Era una invitación rara.

Lo atribuyó a la mamada.

—Di algo más —ordenó, empujándola en el sillón.

Agarró sus pantalones y los
tiro fuera.

—Quiero tu lengua en mi vagina —dijo, y sofocó una risa.

—No te rías —replicó Christian—. Sé seria cuando lo digas.

Sofocó otra risa más mientas la sacaba de sus bragas.

—Abre esas piernas —dijo—. Y dame algo bueno.

Ella se calló de repente y presionó sus labios en su oreja.

—Quiero tu boca en mi vagina, y quiero que me comas hasta que me corra. Y mejor haz un jodido buen trabajo. ¿Lo entiendes?

Se echó hacia atrás y curvó sus labios en una sonrisa sensual.

Abrió sus piernas y se acurrucó en el sillón.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora