Capítulo 57.

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—Creo que Dios es, como, súper enorme —dijo Pete, yaciendo extendido en el suelo.

—¿Cómo crees que luce? —preguntó Wesley.

—Creo que solo como un tipo enorme. Con manos realmente enormes.

Anastasia asintió con la cabeza.

—¿Los truenos de verdad son ángeles jugando a los bolos? —preguntó Pete.

—Sí —respondió Oliver—. Es como en la biblia.

—Amigo, ¿en serio? —preguntó Pete.

—Creo que sí —dijo Oliver.

Anastasia pensó por un momento.

Ella siempre había oído que los truenos era el sonido de los ángeles jugando a los bolos, pero no estaba segura si eso lo decía realmente en la biblia.

Tendría que mirarlo cuando llegara a casa.

—Vivimos en un estado autoritario fascista —dijo Wesley.

—¿Ah, sí? —preguntó Anastasia.

—No lo sé. Solo lo dije para ponerlo a discusión —respondió.

—Eso es lo que nos enseña la música punk —dijo Pete.

—Esto no es una democracia —dijo Charlie con una profunda y andrajosa voz.

El grupo se echó a reír.

—¿De dónde es eso? —preguntó Anastasia.

—De The Walking Dead. ¿Hola? Como Rick en, «Hey, esto no es una
democracia». —Usó la misma voz profunda y andrajosa, entonces se rió—. O algo parecido.

Anastasia cayó al suelo riéndose.

Yació sobre su espalda y atrajo sus rodillas contra su pecho, abrazando sus espinillas.

—Amigo, leí en alguna parte que los cerebros de las mujeres están diseñados científicamente para compartir secretos —dijo Wesley.

Anastasia elevó la voz.

—¿Científicamente diseñados?

—Sí. Es como que no pueden guardar un secreto. Una vez que escuchan uno, tienen que contarlo —explicó Wesley.

Arrancó hojas de hierba y les dio vueltas entre el pulgar y el índice.

—Eso no es bueno —murmuró Anastasia. Y entonces se le ocurrió una idea—. Hey, vamos a intentarlo.

—¿Eh? —dijo Wesley.

—Cuéntame un secreto y veamos si puedo guardarlo.

Los chicos se rieron.

—Muy bien —dijo Wesley. Se inclinó y le susurró algo al oído de Anastasia.

Ella sonrió.

—Oh, ese es bueno —dijo—. Realmente bueno.

—¿Cuál es el secreto, Any? —preguntó Oliver.

—No voy a decirlo.

—Sabes que quieres hacerlo —instó Charlie.

—Vamos —intervino Pete—. No vamos a contarlo.

—Nop. ¿Ven? Puedo guardar un secreto. —Se giró sobre su estómago e hizo girar un mecho de su cabello alrededor de su dedo índice.

Los chicos asintieron, convencidos.

—Tú eres la excepción entonces —dijo Pete.

La miraron atentamente.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora