Capítulo 41. Novia.

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PASADO...

P.O.V. CHRISTIAN .

Él se sentía imprudente, pero no le importaba.

Ella era un imán y su atracción era más fuerte que la gravedad.

Tenía la certeza de eso porque caminaba hacia ella contra su voluntad.

No tenía control sobre eso.

Un pie delante del otro.

Derecho.

Izquierdo.

Tal vez ella no era un imán.

Tal vez era una pequeña bruja y le había lanzado un hechizo, forzando su sumisión a pesar de ser consciente de que era peligroso.

Ella lo destruiría y él pensó que no le importaría.

¡Da la vuelta! Gritó su cerebro pero lo ignoró y colocó su bolsa del almuerzo sobre la mesa.

La observó por el rabillo del ojo.

Ella se puso rígida en su silla y él pensó que ya lo sabía.

Que rápida.

Maldita sea.

La mujer era perceptible.

Él charló placenteramente con otros dos estudiantes antes de dirigirse a Anastasia.

No quiso ignorarla.

Ella era, después de todo, la única razón por la que se había sentado en esa particular mesa para el almuerzo.

—Hola, Anastasia.

Ella saltó en su asiento.

—Hola.

—¿Está todo bien? —preguntó.

Decidió divertirse un poco con ella.

Estaba obviamente nerviosa.

Él quería recordarle que era la única que lo había obligado a tomar asiento a su lado.

Recuerda ese hechizo que lanzaste, ¿quería decirlo?

—Bien —respondió.

Giró su tenedor en su puré de papa.

—¿No tienes hambre?

Ella inclinó el tazón y lo miró directamente.

—¿Se ve apetecible para usted?

De ninguna manera, pensó.

Pero seguro como el infierno que tú sí.

—No mucho —dijo en su lugar—. ¿Quieres un pedazo mi sándwich?

Esa era una pregunta ridícula.

Pensó que eso debió haber sido porque ella se veía apagada.

No ofendida o disgustada.

Solo apagada.

Ella negó.

—Probablemente necesitas comer algo. Ayuda al cerebro a funcionar mejor. Además, estás realmente delgada —dijo él.

Sus ojos se abrieron y él reprimió una sonrisa.

—¿Estás cuidando bien de mi pañuelo? —preguntó.

Ella lo miró y esta vez dejó que la sonrisa se deslizara en sus labios.

Imaginaba que ella ya había captado su juego.

Quería que así fuera.

Sabía que era imprudente molestarla tan pronto.

Sentía la vulnerabilidad irradiando de su pequeña figura.

No estaba intentando tomar ventaja de eso.

Ella era tan malditamente dulce.

¿No podía entender que él quería que tuviera su pañuelo para siempre?

—¿Puedo entregárselo ahora? —preguntó ella y su corazón se hundió.

—No, solo estaba preguntando si lo estabas cuidando —respondió.

Necesitaba que lo hiciera.

Era un sustituto para su corazón.

Sí.

Él ya le había entregado su corazón a esta chica.

No podía darle sentido a esto y dejó de intentarlo.

Todavía no era amor.

No era tonto.

Pero quería alimentar esa atracción floreciendo y la quería así.

—Está en mi bolsillo —dijo ella.

—Bien. —A él le gustó la idea, que cargara con él.

Si hubiera dicho «Está en mi casillero» estaría decepcionado.

La agitación de Anastasia aumentó hasta que finalmente espetó

—: ¿Por qué se sentó aquí?

Tuvo que tragar instantáneamente su pensamiento.

Por ti.

Dios mío, ¿no tenía control?

En su lugar le ofreció una respuesta segura, escuchando cómo ella había ofendido a los otros estudiantes en la mesa, luego observándola dirigirse hacia las puertas de la cafetería.

Pequeña mocosa, pensó, aunque sabía que instigó su ira.

Jugó un juego malvado y no lo
lamentaba.

En ese momento ella ya había salido pero quería verla otra vez.

Y otra vez

y otra vez.

Ella sería su novia.

Y él haría que ella lo amara.

* * *

Buen día chimuelos y chimuelas...aqui por lo menos un pedacito ....se les quiere mucho y no me he olvidado de ustedes ...hasta luego....

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora