Capítulo 22. jugando a las casitas.

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—Voy a estar con Anastasia por el resto de mi vida.

Christian no estaba muy seguro pero creyó ver una pequeña y sencilla sonrisa en los labios del decano.

Antes de salir de su oficina, Christian vislumbró una foto en el escritorio.

Era del decano y su esposa.

Y ella se veía significativamente más joven que él.

—¿Por qué estás sonriendo? —preguntó Drew y Christian levantó su cabeza.

Ella lo veía curiosamente, luego sonrió otra vez.

A él no le gustaba.

—No tengo idea —dijo rápidamente—. Escucha, no quiero ser grosero pero
me tengo que ir. —Borró rápidamente el pizarrón luego caminó con Drew hacia la puerta.

—No te preocupes. Tengo cosas que hacer. Solo quería pasar y presentarme yo misma. Estoy segura que nos estaremos viendo muy seguido.

Él esperaba que no.

—Síp.

Christian cerró su puerta.

Ella se paseó sobre su salón.

Caminó así solo por él,
esperando que estuviera viendo.
Ajustada falda color lápiz hecha a la medida.

Tacones.

Ella estaba bien.

Desafortunadamente para ella, él no estaba interesado.

Él sonrió pensando en la chica que lo esperaría en casa.

Podía verla ahora:

Desparramada en el sofá.

Un vaso de soda lleno hasta la mitad sobre su mesa de café.

Otra al final de la mesa.

Lo estaban volviendo loco pero por el momento no le importaba.

Solo tenía que ajustarse a la forma en que ella era.

Ridícula.

Dulce.

Desorganizada.

Confiada.

—Creo en ti. —La escuchó decir, en ese momento se arrodilló ante ella, listo para besar sus pies.

Listo para hacer lo que sea que pidiera.

Listo para amarla incondicionalmente y para siempre.

No pudo detenerse en la tienda de comestibles.

Quería llegar a casa.

Quería verla.

Solo por unos minutos.

Luego volvería a salir.

Ella era más importante que
los mangos y los chiles.

Era más importante que nada más en su vida y él tenía que ver su rostro—llenarse de ella—antes de que pudiera continuar su día.

Él hacía esto a menudo pero ella solo lo había captado viéndola una vez.

Y nunca dijo nada sobre eso, como si supiera por qué lo hacía.

Simplemente sonreía, invitándolo a
seguir mirando.

Ella entendía la necesidad y le dio su consentimiento en silencio.

Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora