Capítulo 48.Descubrimiento.

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—Soy una buena esposita —bromeó Anastasia consigo misma mientras llevaba el cesto de la lavandería al dormitorio. Por primera vez, se encargó de apartar la ropa de Christian, y añadió—: Excepto que no soy una esposa. Y tampoco una tan buena.

Abrió el cajón de Christian y empezó a meter allí los calcetines limpios.

Se detuvo y echó una miradita dentro, notando que a varios calcetines les faltaba su pareja.

En realidad, el cajón era un desastre.

Nada típico de Christian.

—Quizá tenga que dejarlo estar así —dijo—. Dejar que viva al límite un
tiempo.

Estalló en carcajadas.

Y luego sacó el cajón completamente y vació su contenido sobre la cama.

Sentía que todavía se lo debía a Christian por dejar por ahí
vasos medio vacíos, aunque había mejorado mucho en recoger sus cosas.

Le echó un vistazo a la cama, luego se puso a trabajar en emparejar y organizar sus calcetines.

Cantó para sus adentros mientras trabajaba, ajena a la cajita gris que
estaba escondida debajo de un par de calcetines de rombos azules y verdes.

Se quedó de piedra cuando la vio.

¿Su reacción inmediata?

¡Él va a proponerse!

Pero luego la recogió y se dio cuenta de que no era una caja de anillo en absoluto.

Era demasiado grande.

Apartó sus calcetines y se sentó en la cama, todavía sosteniendo la misteriosa caja.

Sabía lo que tenía que hacer: meter la caja en sus calcetines y olvidarlo todo.

Sabía lo que quería hacer: abrir la maldita cosa de inmediato.

Estaba dividida, sintiéndose culpable por siquiera pensar en fisgar en sus cosas, pero desesperada por
saber qué estaba escondiendo él.

—Injusto —dijo en voz alta, volviendo a poner la caja en su cajón.

Siguió emparejando y doblando calcetines, mirando de vez en cuando la caja.

Se dijo a sí misma que solo estaba asegurándose de que todavía estaba ahí, pero secretamente deseaba que se abriera por sí sola.

Permaneció cerrada, escondiéndole sus secretos.

—No me importa —dijo, poniendo los calcetines en el cajón de acuerdo a sus colores.

Pero sí que le importaba.

Le importaba mucho y, cuando todo el trabajo con los calcetines estaba hecho, se puso de pie, cerniéndose sobre el cajón, pensando en su siguiente movimiento.

Tenía dos opciones: volver a poner el cajón en la cajonera y olvidar lo que vio, o abrir la caja y nunca mencionar lo que había averiguado.

Elecciones.

Se mordió las uñas.

Elecciones.

Recogió el cajón.

Elecciones.

Volvió a poner el cajón sobre la cama.

Elecciones.

Abrió la caja....

* * *

Hola!
Aquí un poquito por hoy ...nos vemos mañana...buena noche.


Grey El Profesor 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora