La llegada.

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Llegar a un país nuevo donde no conoces a nadie y por el cual no sabes guiarte es realmente complicado. Sientes que eres una mota de polvo flotando por el mundo de la que nadie se percata que está ahí, pero ahí está, viendo todo a su al rededor y sintiéndose diminuta, pero no frenando las ansias de conocerlo todo, de saber más, y de no rendirse sobretodo. Sería una decisión bastante importante a tomar. Una decisión que traería muchas consecuencias a mi vida.

Era mi primer día en la universidad. Siempre pensé que cuando llegabas tan alto, era porque realmente querías terminar una carrera. Tú cabeza se centraba en los estudios, en aprobar, en conseguir tus objetivos. Que de cierta manera todo eso te hacía madurar algo más. Pero parecía ser que no se diferenciaba mucho de un instituto o un colegio.

Mil personas recorrían los pasillos del lugar. Desde personas que no paraban de hablar, personas nerviosas que se movían de un lado a otro o incluso personas curiosas que miraban a todo y a todos. Hasta personas que parecían bastante tranquilas, como si tuviesen todo bajo control.

Cómo admiraba eso.

Llegué a un aula donde se encontrarían mis nuevos compañeros y mi profesor, y tras las típicas charlas de buen comportamiento y poner mucho esfuerzo, nos permitieron tomar un descanso en la cafetería del centro.

Comencé a caminar por los pasillos tratando de encontrar la dirección hacia la cafetería, pero todo indicaba que me había perdido.

Estupendo.

Una rubia de ojos azules se me acercó entendiendo que no tenía ni idea de dónde estaba y que necesitaba algo de ayuda.

Llevaba el cabello rasurado con el flequillo cayéndole a un lado de la cara. Estatura media pero a mi se me hacía alta, me superaba por una cabeza al menos. Su piel era muy blanca. Y sus ojos, unos enormes ojos celestes me observaban con curiosidad.

—Ey... ¿Sabes que esta zona es de los de segundo grado?—quise contestar pero continúo hablando.—Te has perdido, ¿Verdad?

—Sí... Estaba buscando la cafetería, pero me perdí—sonreí tímidamente esperando a que ella pudiese indicarme el camino.

—Oh... No te preocupes, yo puedo ayudarte. Por cierto, soy Kate, Kate Smith—me sonrió.

—Soy Andra Bélic. Encantada—extendí mi mano y esta la estrechó.

—¡Qué bien! Ya tengo una amiga nueva!—dijo con una emoción exagerada.

Admito que me hizo reír. No parecía ser la típica niña caprichosa y consentida. Por el contrario, aparentaba ser una persona muy extrovertida y divertida. Seguramente nos llevaríamos muy bien.

Comenzamos a caminar por el enorme edificio mientras me iba contando un poco acerca de todo. No paraba de hablar y me agradaba, teniendo en cuenta que no me conocía de nada y parecía que me conociese de siempre. Yo solo me dedicaba a asentir y escuchar lo que iba comentando.

—Hemos llegado.¡Me muero de hambre!—reí ante su comentario.

Nos sentamos en una de las mesas esperando nuestra comida mientras Kate me contaba y explicaba cosas acerca de la universidad y las personas que habían en ella, cuando noté que alguien se acercaba a nosotras.

Un chico de un cabello rubio ,ojos verde azulados y altura media con un gran parecido a Kate se sentó junto a nosotras.

—Hola Kate. Iba a pasar de largo, pero veo a una preciosa castaña de ojos marrones y pienso: "tiene que presentarnos, ¡es la mujer de mi vida!" y aquí estoy, esperando a que me la presentes—Sonrió descaradamente y comenzó a mirarme, cosa que me desconcertó.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora