16. Marcada

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Es el dichoso día de la fiesta, Ale está muy emocionada más que todo el pueblo de hecho. Yo sin embargo sigo sin saber si realmente quiero ir a esa fiesta, no sé tengo que trabajar con Nathan hasta las seis y luego tendría que volver al departamento a alistarme en el hipotético caso de que fuera. Una razón de no querer ir es el miedo que tengo de cruzarme con Ian, no ha dejado de saturar mi teléfono de mensajes diciendo que quiere hablar conmigo pero en ninguno ha mencionado la fiesta, quisiera que fuese más honesto conmigo.

—Ya me voy Ale.—Digo poniéndome mi chaqueta. Ella sale de su cuarto con dos vestidos en las manos. Me muestra su radiante sonrisa, está muy entusiasmada.


—¿Cuál de los dos?—Me pregunta alzando los dos vestidos.

—El rojo, va muy bien con tu tono de piel.—Me limitó a comentar. Ella lo observa analizando y luego asiente.—Me voy.—Continuo y cuando estoy a punto de poner la mano en la perilla vuelvo a oír a mi mejor amiga.

—Vienes a las seis para la fiesta.—Me dice antes de tomar la perilla.

—No sé si quiero ir.—Confieso.

—No era una pregunta, tontita.—Dice ella descartando mi opción de negarme al instante. Negarme ya no es una opción. Cuando Ale toma una decisión no hay nada que la detenga en realizarla. Está dicho voy a ir a la fiesta pero no por eso voy a dejar que Ian hable conmigo. Una parte de mí no quiere oírlo y estoy muy consiente porque. Mientras más escuche a Ian voy a terminar por convencerme yo también, le creeré y nuevamente estaré en plan; Gia le teme a Caleb, fin. Y quedaré atascada y sin respuestas de nuevo, no estoy dispuesta a dar marcha atrás.

Decido caminar hasta la veterinaria tratando de recordar como hice para llegar el otro día. Tan joven y sufriendo lagunas de memoria. Es que de hecho ha sido muy difícil recordar algunas cosas, siento que hay algo en mi mente que falta. Suena loco lo sé, pero así es.

Llego a la veterinaria, entro y me encuentro a Nathan limpiando la recepción, en la que se supone debo estar y debo ser yo quien la este limpiando.

—Hola Gia.—Me saluda ni bien entro.

—Hola Nathan.—Respondo amable.-¿ Llegue tarde acaso?-Dije bromeando, él sonrío ligeramente.

—No, estás justo a tiempo. Solo que yo llego más temprano para hacer algunas cosas.—Asentí.—¿Qué te parece si comenzamos?

—Claro. ¿Qué quieres que haga?—No me haría mal distraerme un rato y dejar de pensar en técnicas evasivas contra Ian.

—Necesito que me ayudes a ordenar las cajas del fondo.—Señalo unas cajas de todos los tamaños que efectivamente estaban apiladas al fondo. Asentí y juntos fuimos hasta atrás.

Entre los dos hicimos como una cadena humana, yo se las pasaba y él las llevaba hasta el estante. Entonces note que el silencio se había instalado entre nosotros y decidí acabar con el de inmediato con lo primero que se me ocurrió.

—¿Por qué tus hermanos y tú son tan diferentes?—Nathan parece un buen candidato para responder las preguntas que Caleb rechazaría. Él me miró extrañado.

—En la realidad no somos hermanos.—He ahí la razón. Claro es la única explicación.—Paris y Erin nos adoptaron hace mucho.—Un día antes de llegar la respuesta me hubiera sorprendido, pero hoy cuando conozco tan solo fragmentos de ellos puedo decir que es lo que esperaba.—Pero sí, con algo de lógica, somos hermanos.—Asentí pasándole una 

El pacto del amor y el poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora