Capitulo 7

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Maraton 3/3
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Le hizo el amor despacio, saboreando cada centímetro de su cuerpo, grabando en su memoria cada pliegue de su piel y ella se estremeció en sus brazos, embriagada por el aroma del cuerpo de Fer. Sus enormes manos la tocaron sin prisa, sus labios le llenaron la cara de besos suaves y su lengua le mostró el hambre que tenia de ella. Por una vez el la vida, Lucero se abandonó al placer de amar de esa forma a un hombre que no era su esposo.
Juntos alcanzaron el cielo y sus almas bailaron al compás del tiempo, un tiempo en el que ya nada era real ni importante solo el amor y la pasión que compartían. Fernando la abrazo y ella se acomodo en su regazo suspirando de felicidad.
Debería estar arrepentida, pero no lo estaba. Había sido feliz y eso nadie podría quitárselo jamás. Le costaría perdonarse a si misma por lo que hizo pero ya tendría tiempo de preocuparse por eso después. Así abrazados, se durmieron.

Lucero se despertó y enseguida recordó donde estaba y con quien. El estaba profundamente dormido, su pecho subía y bajaba al compás de su respiración y su pelo negro le caía sobre la frente. Lo miró largo rato, apreciando la fuerza de su mentón y sus hermosas pestañas descansando sobre sus mejillas.

Miro su pecho y no pudo evitar recorrer sus músculos con los dedos. Subió la mano y toco sus labios suavemente. Como era posible que un hombre tan grandote fuera capaz de ser tan tierno con una mujer?

Se levanto y se duchó rápidamente y luego de vestirse hizo su maleta, todo en silencio para no despertarlo. Le echó un último vistazo a su cuerpo. Había sido suyo, lo había amado con toda el alma y se había entregado a el por completo sabiendo que jamás volvería a sentirlo de aquella forma. Se sonrojo alrecordar como ella le había respondido.
Pero debía marcharse, el sueño había sido maravilloso pero solo fue eso, un sueño y era hora de volver a la realidad, por el bien de todos debia alejarse, volver a su casa con su esposo y sus hijos. Con un hondo suspiro salio cerrando la puerta tras de sí.

                                    *            *          *           *          *
Fernando, se sentía feliz y tan liviano que creía estar volando, se estiro en la cama y dejo escapar un gemido de dicha, extendió la mano para tocarla pero ella ya no estaba allí. Abrió los ojos y vio que estaba solo. Se levanto y fue a ver si estaba en el baño, claro que no, y sus cosas no estaban por ninguna parte.

Se dejo caer otra vez en la cama y hundió la nariz en la almohada que ella había usado. Estaba impregnada con el aroma de su shampoo. Era curioso que ella también usara un shampoo con olor a su fruta favorita, en este caso, las fresas. Fernando sonrió al pensar en lo súperconectados que estaban hasta en los mas pequeños detalles.

Solo después de darse un baño y vestirse vio la nota que ella le dejo sobre el tocador

"Algún día te voy a escribir una canción,
Ojala sepas cual es cuando la escuches" L.

Fernando sintió de pronto un vacío en el alma. Esa vez la soledad lo golpeo peor que nunca. Ella era su vida entera y la amaba más que a nadie. Pero la había perdido. Sabia que lo merecía por abandonarla. Fue un cobarde y cuando al fin lo entendió ya era tarde.

Ella ya estaba comprometida con el cantante que luego se convirtió en su esposo...
Su boda fue el evento del año, todos los canales mexicanos la transmitieron y por varios días fue de lo único que se hablo en la capital azteca.

No pudo evitar ver la ceremonia, quería ver si ella estaba contenta y si, lo estaba. Su sonrisa de dicha era genuina y miraba a su esposo con mucho amor. El parecía un buen hombre y se le notaba que también estaba enamorado. Le dolió verla con otro hombre, pero así eran las cosas de la vida. Y aunque su corazón se partió, le alegraba saber que al menos uno de los dos seria feliz.

Lucero llego a la casa de su madre alrededor de la 4 de la tarde, tras tres horas de vuelo desde el aeropuerto de Miami. La señora estaba acunando a la nenita que dormía placidamente en brazos de su abuela.
--Se ha portado bien?—pregunto y se inclino a darle un beso a su madre
--Si claaaaro, ella es un "angelito"
Lucero soltó una sonora carcajada.
--Y José Manuel?
--En casa de Antonio, al rato lo trae, como te fue?
--bien...a decir verdad.... me fue muy bien.
--Pareces estar muy contenta hoy—Su madre la miro con suspicacia.
--Lo estoy.
--Ummm.....—la señora sonrió—bueno allá tú con tu cuento, pero me alegro, necesitabas distraerte un poco
Lucero sonrió, "distraerse un poco" no era exactamente lo que había hecho pero eso su madre no lo sabría jamás.
--Manuel llamó?
--Si, esta mañana, pregunto por los niños
--Ah
--¿No quieres saber si me pregunto por ti?
--Me da igual.
Su madre la miro un momento y a Lucero le pereció que no iba a decir nada más pero se equivocó
--Se que pasa algo entre ustedes, y no me quiero meter pero estoy preocupada.
--Esta molesto por lo de la telenovela y porque me fui varios meses de la ciudad.
--Eso me pareció cuando fue a verte a las grabaciones
--Ya se le pasará—Lucero lo dijo mas para ella que para su madre—Ahora solo quiero darme un baño y acostarme un rato
--esta bien
--Me avisas cundo llegue José Manuel
--OK
Lucero tomo a la nena y subió a acostarla en su cunita. La miro un rato y sonrío, sus niños eran su vida y ella los protegería por encima de todo.
Luego se metió en la tina, el agua caliente siempre le sentaba bien, y así podía despreocuparse de todo.
Últimamente su matrimonio no andaba bien, su marido había cambiado mucho y ella también.
Y con lo que paso la noche anterior todo venia a complicarse más, pero, ella lo solucionaría. No se arrepentía pero era algo incorrecto de todas formas y no era digno de una mujer casada. Lo de Fer había sido un momento de debilidad que no volvería a repetirse.

"Almas Gemelas" Lucero y FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora