Capitulo 40

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Lucero caminó descalza sobre la arena caliente. Sus huellas fueron trazando el sendero por el cual caminó durante un rato. Sin darse cuenta se alejó lo suficiente de los demás hasta el punto en que al voltearse ya no los podía ver. Aun así siguió caminando, hasta llegar a un lado de la costa donde había montones de piedras enormes. Su mente estaba plagada de imágenes que se sucedían una detrás de la otra como en una película.

Se vio a si misma de niña, correteando en la playa con su amigo Luis Miguel corriendo detrás suyo. Luego ella misma mas adulta junto a su ex esposo el día que se dieron el primer beso.

Siguió caminando hasta perderse detrás de una gran roca al pie de la cual había un lecho de yerbas suaves que solo Dios sabía como habían crecido allí.
Dejo que la frescura de la yerba le acariciara los pies y más imágenes le asaltaron los sentidos. Recordó el día que supo que iba a ser mama de José Manuel y el día que nació la nena. Y así fueron llegando los recuerdos, hasta que la cara de alguien a quien amaba infinitamente se instaló en su mente como un sello.

Comparó todas sus emociones y se dio cuenta que el sentimiento hacia ese alguien sobrepasaba sus limites de entendimiento. Lo amaba en realidad. No era capricho ni simple atracción, sino amor puro y verdadero. Un amor sincero y genuino. No estaba segura cuando había empezado a amarlo. Solo sabia que ya no podría vivir sin el. Lo amaba desde el alma y esa era la simple verdad.

"demuéstraselo"

Esas palabras resonaron en su cerebro como un eco. Y ella sabía bien como demostrarle a un hombre como Fer que lo amaba como la vida misma.
Y lo haría.

En cuanto volvieran le daría eso que el, sin pedirlo, anhelaba. Nunca lo había dicho pero ella sabía que lo deseaba. Y no lo había pedido para no incomodarla. Ella sabia que era complicado, amen de ser algo arriesgado y al azar.
Pero él lo valía.
Claro que lo valía.
Sonrió al pensar en ello.

Se agachó a recoger una concha y pasó sus dedos por la superficie.
Estaba lisa y fría.

--Lo mereces—se dijo a si misma—y yo te haré feliz.

Se puso de pie y al hacerlo algo la golpeó en la espalda. Algo duro pero muy calido. Entonces, dos manos enormes la sujetaron por la cintura para evitar que diera de narices en el suelo. No podía verlo pero sentía su aliento en la nuca. Y no era lo único que estaba sintiendo. Los pelos de su pecho le hacían cosquillas en su espalda desnuda y uno de sus dedos le rozaba el ombligo. Un ligero estremecimiento la recorrió al notar el tacto de su piel contra la suya.
Lentamente se giro y por fin sus ojos se encontraron. Las manos de él ahora estaban en su espalda.

--Ahora te dedicas a hablarle a los caracoles?
--Es una concha—Ella se la puso frente a los ojos—ves?
--Es igual
--No lo creo

Fer sonrió y recordó lo testaruda que podía ser si de defender su postura se trataba asi que prefirió ir por el sendero menos espinoso

--Como digas nena
--No me llames nena
--Por?
--Mi ex me decía así
--Ya

Se suponía que las cosas deberían haber ido por otro camino. Como es que habían terminado hablando del ex?

--Por que te alejaste tanto?—Era mejor cambiar el tema
--No me di cuenta. Solo caminé y caminé y ya ves
El apretó las manos y de repente estaban tan pegados que no cabía ni el aire entre los dos.

--Fer, los niños...
--Están con tu madre
--Pero...
El le dio un beso cara acallar cualquier cosa que fuera a decir.
Y vaya que resultó.

En cuanto sus labios se tocaron, se olvidaron por completo del resto del mundo. Las manos de Fer descendieron hasta sus caderas y la alzaron en vilo. Caminando unos pasos se dejo caer sobre la yerba sin soltarla. Entonces se giró y ella sintió todo el peso de su cuerpo sobre el suyo. Sus piernas entrelazadas y sus labios fundidos en uno solo. La boca de el era exigente y no le daba tregua. Entre cada beso, solo se apartaba lo necesario para poder respirar.

Esta vez no hubo la calma ni la ternura de siempre. Eran dos amantes ávidos de besos. Sedientos de caricias pero de las caricias de sus manos. Se hicieron el amor de forma desenfrenada y rígida. Sin pausa pero sellando cada instante uno en la mente del otro.
Uno en la piel del otro.

CONTINUACION.....
Rodaron pero sin soltarse. Lucero sintió calor en el cuerpo pero no pudo distinguir si era el sol abrasador, o las caricias de Fer. El siempre sabía donde tocarla para hacerla arder, y ella se dejaba llevar por esas manos que tantas emociones le provocaban en el cuerpo y en el alma.

Rato después seguían abrazados sobre la yerba. La cabeza de ella descansando sobre el pecho masculino y el rodeándola con sus brazos

--te amo tanto mi Fer—le dijo ella suspirando de felicidad
--No sabes lo que me produces—la miró a los ojos—cuando me dices mi Fer
--Eres totalmente mío ♫♪...—Le tarareó ella—somos como arena y mar. La mas perfecta dualidad...♫♪
Fer soltó una sonora carcajada, luego, se incorporo un poco hasta que sus cabezas estuvieron bien juntas y le susurro contra los labios

--Ya sabia que esa canción la habías escrito para mi
--Pues si, y fue muy conveniente que todos pensaran que era para la novela no?
--Si, muy conveniente.

Le dio un beso suave, deleitándose en el sabor de sus labios. Ella le respondió con la misma ternura hasta que el deseo los invadió y el beso se hizo mas profundo y exigente. Ella recordó donde estaban y el tiempo que habían permanecido allí. Entonces rompió el beso.
--Debemos volver
Fer protestó pero finalmente la soltó.
Se pusieron de pie y volvieron a vestirse con sus bañadores. Se dieron un chapuzón y luego recorrieron el camino de regreso tomados de la mano. Al acercarse, Fer sintió que ella movía los dedos con intención de soltarse pero el la apretó. Y la miró a los ojos
--No—le dijo en tono serio, pero no ordenándole, solo pidiéndoselo
--Bien—le dijo ella con una sonrisa.

La madre de Lucero estaba cubierta de arena hasta la cintura. Los ninos la estaban sepultando y esta reía de felicidad. Ellos se unieron al juego en silencio. Lucero miro a su madre y esta le sonrío y, aunque no dijo nada, su mirada le indicó que sabia muy bien donde había estado y con quien.

Esto le encendió les mejillas un poco pero luego pensó que su madre era parte responsable de que estuvieran allí con Fer. Así es que seguramente estaba complacida d ver que al fin habían hecho las pases.

--Ahora tu mami!—Grito José Manuel al tiempo que tiraba de ella con fuerza para que se tendiera en el suelo.
Lucero se dejó llevar y en un momento un montón de arena le cayó sobre las piernas. Los niños corrieron a terminar de sepultar a la abuela y Fer la miró a los ojos en ese instante, entonces, se agachó a su lado y ella vio como recogía la arena con su enorme mano para dejarla sobre su abdomen. Luego otra porción y otra más.
Sus labios entreabiertos y sus ojos fijos en el movimiento de su mano.
—No se si pueda resistir la tentación de darte un beso.—Le dijo el acariciando su vientre con la arena
--Hazlo
--Que?
--Bésame
--Pero tus hijos están mirando
Ella giró la cabeza y los niños estaban de espaldas a ellos
--Ahora no
Fer le dio un beso suave e inmediatamente el deseo lo invadioo
--Creo que esta no fue una buena idea.
--porque?
--Por que ahora siento ganas de otra cosa
Ella le sonrío
--Espera, esta noche te compensare
--Dios existe
--Si, el tejió nuestro destino
--Será que todo lo que cantas tiene que ver conmigo?
--Vas a decir que no lo sabias?
--Si, claro que si

El le sonrió.
--Esta noche entonces?
--Sin falta
--Es una promesa?
--Absolutamente.

"Almas Gemelas" Lucero y FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora