Capitulo 41

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Los niños regresaron a su lado y terminaron de sepultarla bajo al arena. Entonces, Jose miro a la nena con cara de pillo y ambos miraron a Fer. Este les leyó las intenciones.
--Oh no, eso si que no! Les gritó al tiempo que echaba a correr por la arena, ellos lo siguieron y Lucero los vio dar vueltas por toda la playa.

Se echo hacia atrás con una sonrisa. Los niños lo habían aceptado muy bien y hasta se divertían con el. No lo veían como a un extraño, sino como alguien que era natural que estuviera allí.
Los miró de nuevo y ahora Fer llevaba a la nena en la espalda mientras esta le rodeaba el cuello con sus manos y José Manuel lo empujaba por la espalda.

--Serás un buen padre—Sonrió al decirlo—Y yo me encargare de que lo seas.

De regreso al barco. Los nenes y la abuela estaban en la cabina junto al capitán. Este les explicaba a los niños como se manejaba el barco. Lucero y Fer se sentaron juntos a contemplar la inmensidad del mar. Ella, sentada entre sus piernas tenia la cabeza apoyada en su pecho, y el la rodeaba con sus brazos.

Increíblemente ella había dejado de preocuparse porque los niños los vieran así y estos, si lo habían notado, no le dijeron nada al respecto. Parecía que aceptaban que ellos estuvieran juntos.

Ahora Fer le daba besos en el cuello y ella sonreía de puro gusto. Ella le acariciaba los bíceps y la cintura. Entonces se dieron un beso tierno y muy, muy largo. Los dos con los ojos cerrados y las almas juntas.

Navegaron unas horas y pronto divisaron la costa y el muelle. Los niños corrieron a buscar a la madre y al rato ya habían bajado del barco y estaban en la camioneta con rumbo a la casa de Fer.

Este sonreía al pensar en que por primera vez iba a tener en su casa a toda la familia de Lucero. Solo faltaría el hermano y estarían completos.

Un par de calles mas y llegaron al portón. Fer accionó el y mando a distancia y con un chirrido metálico, la puerta se abrió dándoles paso. El coche rodó por el sendero, hasta que se detuvo frente al garaje.

Los niños dormían, así es que tuvieron que llevarlos en brazos hasta el sofá de la sala. Uno de los empleados les ayudo con las maletas y Fer y Lucero subieron a acostar a los niños. Lucero se sorprendió al ver lo que había en la habitación, dos camitas infantiles de diferente color, azul y rosa respectivamente.
Miró a Fer con cara interrogante
--Por si las moscas—y fue lo único que le dijo.
Bajaron nuevamente a reunirse con la madre de Lucero, quien charlaba animosamente con el ama de llaves..

--Tu casa es hermosa—le dijo la señora a Fer una vez que estuvo a su lado
--Gracias, considérala tuya también
--Oh si—Miró a Lucero—te aseguro que así es.
--Mama—Lucero apretó los dientes al decirlo.
--Que nena, no dices tu que la casa de tus amigos es tu casa?
Fernando se rió con ganas al ver el rubor que tenia las mejillas de Lucero.
--Ya déjenlo ahí, no van a empezar una discusión por algo tan tonto, además—Miró a Lucero de frente—Esta si que es tu casa. O no lo notaste cuando acostamos a los nenes?
Ella no pudo contener la sonrisa que le asomo a los labios y le llenó el corazón.
-Si Fer-le dijo manteniendo la sonrisa si que lo noté

Luego se fueron al jardín, era una noche cálida y la luna brillaba, creando matices plateados sobre las hojas de los árboles.

Lucero y Fer se sentaron juntos y la señora frente a ellos. Les habían servido un coctel de frutas con bastante hielo. Charlaron durante un rato y luego la madre de Lucero manifestó su deseo de irse a dormir. Fer llamó al ama de llaves y le pidió que acompañara a la señora hasta su habitación. Así lo hicieron y Fer y Lucero se quedaron sentados, solos en medio de la penumbra.

--Y bien?—Fer le rodeo el hombro con su brazo
--Y bien que?—Ella lo miró a los ojos
--Que hacemos ahora?
--No tengo la menor idea
Ambos se carcajearon un rato. Era tan rico estar así, abrazados y juntos.
--Pues yo si—le dijo Fer con mirada sugestiva—Talvez terminar lo que empezamos en la playa.
--A si? Y que cosa es esa?
--Lo sabes perfectamente
--Me crees si te dijo que no me acuerdo?
--Dijiste que me compensarías
--Cuando dije semejante cosa?
--Creo que fue entre mis caricias en tu vientre y el beso que nos dimos
--Pues la verdad no me acuerdo de eso
--Ah no?—El le tomó la cara entre las manos
--No
--Eso podemos arreglarlo.

Entonces la agarró por las caderas y se la puso a horcajadas sobre sus piernas. Metió la mano en su pelo y le dio un beso húmedo y profundo. Ella le rodeó el cuello y lo apretó para sentirlo más cerca.

Fer llevó las manos hasta la parte delantera de su blusa y despacio fue soltando los botones. Lucero lo miraba atenta a todo lo que hacia. El siguió soltando los botones hasta abrirla completamente y luego la deslizó por sus hombros y se la quito del todo. Ella vio como su rostro cambiaba a una expresión distinta. Ella la conocía muy bien pues se la había visto demasiadas veces.
Deseo.

El bajó la mano hasta su cadera, buscando el trozo de piel que sobreseía por la cintura del pantalón. Sus dedos recorrieron la piel lentamente, lo que le arrancó un hondo suspiro a Lucero. Entonces, su mano abierta ascendió por su espalda hasta que sus dedos chocaron con el cierre del sujetador. Subió la otra mano y se lo desabrochó.

La miró a los ojos y la despojó de la prenda. Lucero no podía creer lo que estaba sucediendo, ella estaba sentada medio desnuda en las piernas de un hombre que no era su marido y sus hijos y su madre acostados bastante cerca. Lo raro es que eso no le importaba y lo dejó seguir sin detenerlo.

Fer le acaricio los pechos con su enorme mano al tiempo que la besaba apasionadamente. Sus lenguas bailaron al mismo tiempo y la sangre le corrió en las venas. El calor los invadió y se fundieron uno con el otro hasta que les falto el aire para respirar.
Entonces, Lucero sintió frió en los labios. Fer había roto el beso.
--Cúbrete y vamos arriba—Fer le pasó la blusa y el sujetador, Ella lo miró sin entender—A menos que quieras pasearte frente a mi ama de llaves así como estas. Ella se miro los pechos al aire y sonrío con las mejillas arreboladas
--Ups! Si verdad?
--Aunque a mi en lo particular no me molesta.
--Ya
Ella tomó las prendas y se las puso. El la agarró de la mano. Una vez estuvieron dentro, Fer la arrastró escaleras arriba hasta su habitación.

Se desvistieron sin decir nada. Para que, si sus cuerpos sabían lo que los dos sentían. Cayeron entre las sábanas uno sobre el otro. Entrelazados y apasionados. Sus pieles juntas y sus corazones latiendo al compás. Besos, caricias y suspiros llenaron la habitación. El amor flotaba en el aire con un destello de luz propia. La manos de Fer la tocaron donde sabían que debían tocar y ella le respondió con la misma devoción.

Se amaron a conciencia, deleitándose en tocarse mutuamente y disfrutando de la sensación del roce de sus cuerpos. Ella sentía la dureza del cuerpo de Fer y le encantaba, eso la hacia sentirse frágil y pequeñita. Sus músculos la aprisionaban, su boca la devoraba con ganas y sus manos le quemaban la piel por donde pasaban.

Y así se les fue la noche.
Y la madrugada.

Hasta que agotados de tanto amarse se quedaron dormiditos

"Almas Gemelas" Lucero y FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora