Capitulo 52

569 54 7
                                    

Lucero estaba sentada frente a su computadora portátil. Leia algo con mucho interés.

"La célula resultante de la unión entre el óvulo y el espermatozoide se denomina zigoto. Este se transporta por las trompas de Falopio mientras empiezan las divisiones celulares y por tanto su crecimiento. Al dividirse el zigoto pasa al estadío de mórula. En este momento llega a la cavidad uterina donde el endometrio ya se ha preparado para su recepción y su posterior implantación".

Lucero siguió leyendo el artículo en la pantalla del ordenador

"La implantación ocurre sobre el día 7 después de la fecundación y la mórula ya ha pasado al siguiente estadío, el de blastocisto".

Se levantó y fue al baño

--Siete días—se dijo Lucero mirando su reflejo en el espejo—hoy hace una semana exactamente.
Se puso de perfil y subió la tela de su blusa justo sobre su estómago.
Era difícil creer que talvez ya había una vida en aquel vientre tan plano.

--Será que si habrá un Colunguita acá adentro?—Miró los músculos ligeramente marcados de su abdomen. Pasó sus dedos por la piel y sonrió—Ay mi Fer! Será que si?

Volvió al computador y hizo un puchero al leer que solo dentro de otra semana sabría si estaría embarazada o no.

--Una semana mas?—se echó hacia atrás y se tapó los ojos con las manos como podré esperar tanto?

Pero pasó una semana y hasta dos y ella ni cuenta se dio.
El motivo?
Trabajo.

Una vez todo el mundo se enteró que había vuelto a México, los compromisos la envolvieron en su vorágine sin dejarle chance de nada. Miles de eventos, entrevistas y promos para su nuevo proyecto ocuparon su mente y por mas de dos semanas no tuvo tiempo ni de respirar.

Pronto se descuidó hasta de comer bien y a sus horas.

Hacía casi un mes que no veía a Fernando. El la había llamado un par de veces pero el, al igual que ella estaba inmerso en su trabajo y aunque se habían prometido tratar de no distanciarse. La realidad de sus vidas era otra y si se habían alejado un poco.

--Cinco minutos reina.

Odiaba a ese chico, pero el pobre no tenía la culpa de cómo se sentía ella esa mañana. Algo la tenia indispuesta y de un humor de perros. Y para colmo su vestido preferido no le quedaba.

--Será que comí demasiado anoche?—se miró al espejo y se veía igual pero en realidad no lo estaba.

Un último intento y al fin pudo subirse el cierre. Volvió a mirarse en el espejo y vio que al final no se veía tan mal.
En realidad, al mirarse detenidamente vio algo nuevo en su cara. No sabía bien qué pero si estaba diferente.
Sonrió y salio del camerino. Le fue muy bien en la rueda de prensa. Pronto tendría que apretar aun más su agenda para el nuevo proyecto.
Para el final de la tarde ya estaba mas que agotada.

Se despidió de sus compañeros y se dirigió a su camerino. Las chicas de maquillaje la vieron pasar y una de ellas la siguió. Iba caminando y al notar alguien a su espalda se giró y justo cuando iba a decirle algo. Todo se puso negro.

Una par de manos le palmeaban el abdomen y sintió algo frío posarse sobre el lado de su corazón. Abrió los ojos y pudo ver una mujer ataviada con una bata verde que le sonrió.

--Ya te despertaste—Lucero trató de incorporase pero la mujer se lo impidió—No hasta que termine de examinarte.
Lucero obedeció no de muy buena gana.
--Porque estoy aquí?
--Te desmayaste y te trajeron acá—la mujer le soltó el brazo al fin y la miró de frente—Sabes que te pasó?
--No, la verdad no—Lucero ponderó el asunto—Talvez por llevar mucho rato sin comer.
--Es posible, talvez te bajó el azúcar en sangre—la mujer fue al escritorio y sacó una libreta—Te haré unas indicaciones y nos vemos mañana.
Escribió algo y se lo puso en el regazo. Le sonrío y cuando iba a salir Lucero la detuvo.
Acababa de recordar cual era talvez el motivo de su malestar.
--Espere—La mujer se volvió a mirarla—hay algo que aun no le he dicho.

La mujer le sonrió y Lucero creyó ver un destello de diversión en sus ojos.
--Soy médico niña—le indicó que viera bien la indicación que acababa de darle—se reconocer los síntomas del embarazo apenas los veo.
Entonces salio dejándola sola.
Lucero bajó la vista hacia el papel y allí estaba la indicación de la prueba correspondiente.

Suspiró profundo y se puso de pie. Apresuradamente salio de la televisora sin siquiera despedirse de nadie. Tomó un taxi y se dirigió a ver a su médico. Una vez allí le telefoneó a su mama.
La pasaron al área de laboratorio y le extrajeron la muestra de sangre. Al cabo de un rato entro su madre llevando a la nenita del brazo.
--Ma. Y que haces la niña acá?
--No quiso quedarse y ya sabes como es
La nena abrazó a su madre y no la soltó por nada del mundo.
--Estas enferma mami?
--No nena—Lucero se puso a la niña en las piernas—Solo me hicieron un examen.

Esperaron un rato hasta que una enfermera salio con un sobre blanco que puso en las manos de Lucero. Esta lo miró como si la fuera a estallar encima. Le tembló el pulso al tratar de abrirlo y lo que consiguió fue arrugar el papel. Finalmente se lo tendió a su madre frente a los ojos.

--Ábrelo tú...por favor

La señora tomó el sobre y con sumo cuidado rasgó un extremo. Lucero la vio extraer el contenido y desdoblarlo. Sus ojos siguieron el movimiento de los de su madre al leer. Le escrutó el rostro en busca de la verdad, pero la cara de su madre permaneció incólume mientras leía. Ni un gesto que dejara traslucir la respuesta.
--Y?—la verdad ya se estaba impacientando.

Su madre levantó la vista y clavó los ojos en los de su hija. Lucero esperó, con el corazón martillándole el pecho, la respuesta que su madre se negaba a darle. El alivio y recompensa que solo estaba en las manos de aquella mujer que poseía la verdad que Lucero tanto anhelaba saber.

Pero en vez de decirle algo a ella. La señora se agachó junto a la nenita quien al ver a su madre tan pendiente de lo que ocurría también estaba intrigada. La abuela tomó a la nena de los hombros y la miró a la altura de sus ojos.

--Nena—alzo la vista a Lucero y luego volvió a mirar a la niña—Pronto tendrás un visitante nuevo en tu casa.

Lucero escuchó las palabras de su madre, pero no las procesó. Llegaron a sus oídos y se filtraron en su cerebro. Y solo cuando estuvieron instaladas allí, supo a que se refería.
Le quitó el papel de las manos y finalmente lo leyó.
Ella.
Por tercera vez.
Iba a ser madre...

"Almas Gemelas" Lucero y FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora