Capitulo 64

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Se habían quedado dormidos.
No era de extrañar ya que hicieron el amor varias veces antes de caer rendidos.

Lucero abrió los ojos y pestañeó varias veces para despejar el sueño. Fernando aun dormía y ella vio una de sus poderosas piernas a punto de descolgarse del sofá. Se la acomodó sobre sus caderas y lo sintió moverse.

--Si vuelves a hacer algo así—el deslizó un dedo por la piel de su vientre—De aquí no salimos hoy.
--Pues—ella hizo otro tanto con su pecho—quedémonos y ya.
Fernando se enderezó y acarició sus labios con los dedos.
--Me tienta pero...
--pero?
--Tengo algo mejor en mente
Lucero sonrió y le rodeó el cuello con las manos.
--Y que tiene en mente mi PRINCIPE?
--Ay mujer...amo cuando me dices así!—le dio un beso sonado—haces que me lo crea.
Ella le sonrió con candor y a el le pareció la cosa mas bonita del mundo.
--Es porque lo eres—acarició su cara suavemente—Mi nena lo dice—le beso la nariz—y mi nena nunca miente.
El la besó con ganas esta vez y cuando estaba a punto de perderse nuevamente...se detuvo.

--No...
--Eh?
--Dije no...--Lo miró confundida—te dije que tenía otra cosa mas en mente.
Se levanto y tiro de ella para que se pusiera de pie.

Lucero miró su cuerpo desnudo y no pudo evitar sonreír con picardía. Fernando era un digno ejemplar del género masculino. Todo en el era...ENORME. Se mordió los labios al recordar como había devorado aquel cuerpo y por Dios santísimo tenia ganas de hacerlo de nuevo.

--En serio te quieres ir ya?
Fernando la miró a los ojos y vio justo lo que estaba pensando. Se acercó y dejó que ella lo tocara. Lucero lo beso en los labios al tiempo que deslizaba los dedos por lo músculos de su abdomen. Fernando sintió que la excitación volvía a dominarlo cuando ella movió la mano hacia abajo para tocarlo, pero, la detuvo.

--Guarda eso para luego—la besó en la frente—te juro que dejaré que continúes hasta el final—se separo de ella y recogió sus ropas del suelo—pero ahora vistámonos y salgamos de aquí—le echó una mirada apreciativa a sus curvas desnudas—antes de que me arrepienta.

Lucero hizo un puchero de nena chiquita pero al fin se vistió. Salieron hacia el estacionamiento y subieron al deportivo amarillo de Fer. Todo estaba muy callado y la obscuridad de la noche los envolvió haciéndose cómplice de su secreto tan bien guardado.

El condujo en silencio pero, de cuando en cuando, dejaba su mano caer con abandono sobre las piernas de ella. La movía de arriba abajo del muslo y le daba un ligero apretón al llegar a la rodilla. Ella fingía estar mirando por la ventana. Pero la sonrisa traviesa que asomaba a sus labios delataba lo muy conciente que estaba de lo que Fer hacia.

Decidió jugar un poco también, y lo acaricio de la misma forma que el a ella. Con la diferencia de que el punto de llegada que ella eligió estaba diametralmente opuesto al de el. Fernando contuvo el aliento cuando su mano de detuvo en su entrepierna. Por fortuna estaban ya muy cerca de su destino. Porque no sabía si aguantaría mucho.

Ella lo acaricio lentamente y pudo notar como crecía bajo sus dedos. Entonces lo apretó un poco para sentir la dureza y se sobresaltó cuando el frenó el coche de golpe.

--Jesús Fer!—se puso una mano en el pecho—Quieres matarnos?
--No, pero creo que tu si haciendo eso!—la miro a los ojos—y no menciones a Jesús porque no me siento nada celestial en este momento.

La besó con fuerza, asaltando su boca como un poseso y ella se dejó hacer encantada de la vida. Sus besos llenaron el silencio de la noche y cuando el ya había calmado su sed un poco la soltó.

Puso el motor en marcha nuevamente y salio disparado. Lucero, se quedó muy quieta esta vez, hasta que finalmente divisó el portón de la casa de Fer. El accionó el mando a distancia y el metal rechinó al abrirse. El coche rodó por el sendero y Fer rodeo la casa para dejarlo en la parte posterior.

"Almas Gemelas" Lucero y FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora