Capitulo 51

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Siguieron caminando y luego volvieron a la casa para sentarse en el sofá del salón. El ama de llaves les trajo una taza de té. La bebida aromática les sentó de maravilla. Lucero subió las piernas en el sofá, apoyó la cabeza en su pecho y Fer la rodeó con sus brazos.

Hablaron durante unos minutos y de pronto Fer se percató de que ella levaba mucho rato callada. La miró y vio que estaba profundamente dormida. Sonrió y con cuidado se puso de pie. La cargó y la llevo a la cama.

Despacio la desnudó y le puso el pijama. El deseo de dejarla desnuda era fuerte pero desistió de la idea. Quería dejarla dormir y si estaba desnuda junto al el no podría soportar la tentación de hacerle el amor. El mismo se desvistió y se acostó a su lado. No quería despertarla pero igual la abrazó y la acomodó sobre su pecho.

Tenerla así ya se les estaba haciendo costumbre. De hecho la extrañaba tanto en las noches que le parecía que su cama era mas grande que de costumbre.
Ella se acomodó y lo abrazó dormida. Fer suspiró de pura felicidad.

El sueño era hermoso, ella estaba sentada en una habitación de paredes blancas José Manuel a su lado. Fer con la nenita de la mano. Todos miraban a una hermosa criaturita envuelta en sabanitas blancas. Ella levantó la vista hacia Fer y el le sonrió con lagrimas de felicidad.

Ella despertó y lo vio dormido a su lado. El pelo revuelto le caía sobre la frente y sus facciones tenían le relajación del sueño.

Acaricio su pecho y dejó que sus dedos jugaran con sus tetillas un rato. Entonces, una enorme mano se posó sobre la suya.
--Si sigue haciendo eso señorita—Fer se giro dejando su enorme anatomía sobre la de ella—tendré que enseñarle las consecuencias de tocar así a un hombre
--Caray! Creí que estabas dormido
--Lo estaba.

La besó en los labios y ella lo recibió de buena gana. El desabrochó los botones del pijama dejando al descubierto sus pechos. Bajó la cabeza y los atrapó entre sus labios. Ella tembló al sentir la humedad de la boca de Fer sobre la piel. Le quitó el pijama y deslizó las manos por el abdomen femenino.

Le besó el ombligo y siguió en descenso hasta la parte más sensible de su cuerpo. Ella dejó escapar un gemido que calentó la sangre de Fer. El la saboreó y después de desnudarse se acostó de espaldas y la agarró de las caderas para que se pusiera sobre el. Ella lo miró a la cara mientras se unían y el la sujetó con fuerza.

Hicieron el amor intensamente, sus cuerpos se fundieron en uno y sus almas se entrelazaron como nunca antes. Ella lo sintió en lo mas profundo y el vio el cielo al tenerla así. El la llenó con su esencia y ella se dejó caer exhausta sobre su pecho.

Fernando sintió que había algo distinto en su forma de hacer el amor. No sabia que pero había sido diferente.

Lucero se giró hasta quedar boca arriba y por un instante no dijo nada. Solo se quedó allí con las manos sobre el vientre y los ojos cerrados.

--Te pasa algo bonita?—Fer le rozó un hombre con los dedos
--No—ella estaba tan ensimismada que apenas se dio cuenta de que se había quedado callada demasiado tiempo—solo estaba respirando un poco
Fernando se incorporó para mirarla a la cara
--Ósea que te dejo sin aliento?
--Mas o menos
Ambos se carcajearon y volvieron a abrazarse.
--Te amo mi Fer
--Yo más

Al día siguiente y luego de unas buenas horas de sueno reparador. Lucero y Fer estaban montando caballo nuevamente. Los niños estaban dormidos aun. Ese día volverían a sus casas y Fer se marcharía a Miami al anochecer. Por eso querían aprovechar sus últimos momentos junto a esos caballos que tanto habían querido.

Los animales parecían recordarlos bien pues se acoplaban a su paso de muy buena gana.
Cabalgaron por los límites de la propiedad y regresaron justo cuando servían el desayuno.

Desayunaron junto a los niños y al terminar se levantaron y dispusieron todo para salir. Una hora después estaban subidos en el campero de Fer con rumbo a la casa de Lucero. El llegar los recibió la madre con una sonrisa.

Fernando las vio intercambiarse un par de miradas sospechosas, pero, como ya sabia la relación tan especial entre madre e hija no le extrañó tanto.

La señora le dio un beso en la mejilla y tras despedirse de los nenes Lucero acompañó a Fernando hasta la puerta. Una vez allí se dieron un abrazo largo y calido. Y mil años después seguían abrazados sin querer soltarse ninguno al otro.

Finalmente Fer la soltó y le dio un beso en los labios. Salio a toda carrera hasta el coche y antes de subir se volteo y la dijo adiós con la mano. Ella le devolvió el gesto y lo vio marcharse.

Instintivamente se llevó las manos al vientre

--Te fuiste mi cielo—tomoo aire y suspiró—Dios quiera que me hayas dejado algo de ti

"Almas Gemelas" Lucero y FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora