Finalmente había pasado.
Su marido le había armado tremendo escándalo. Estaba más que molesto y le había gritoneado. Ella no estaba dispuesta a tolerar que el le hablara de esa forma y habían tenido una fuerte discusión. El no estuvo de acuerdo en que ella se hubiera ido tan lejos a trabajar. Le reprochó esas escenas tan fuertes que tenía hacer con Fer, cosas que jamás hizo en ninguna telenovela antes. Cuando se enteró que ella volvería a trabajar con el. Se puso rojo de ira y le había dicho que si lo hacia seria muy en contra de su voluntad.
--Si sigues con esto—le dijo su marido—no se si podre soportarlo.
--No me pongas a elegir entre mi carrera y tú, no hagas eso por favor.
--No lo haré, pues ya se de sobra quien perderiaElla guardó silencio y el salió de la casa.
A solas en su habitación, Lucero reflexiono sobre su situación.
Hacia tiempo que su matrimonio no andaba bien, ella lo podía percibir en el trato que se daban. Su marido en cierta forma no soportaba que ella fuera tan simpática con la gente a el siempre le molestó eso de ella y se lo decía públicamente.La situación era tal que ella hasta llego a pensar que el sentía celos de su fama. Su marido era un excelente artista pero ella era más popular y se hallaba en su mejor momento. Era la estrella de unas de las telenovelas mas vistas de todos los tiempos y estaba a punto de lanzar su nuevo disco.
Pero lo que mas coraje le dio es que el pudiera insinuar que ella no se preocupaba por sus hijos. Le reclamó su falta de atención a los niños, lo que era injusto ya que cuando el estaba fuera ella los cuidaba y jamás le reprochaba eso.
Ella amaba a sus hijos, eran lo más importante de su vida. Pero también amaba su carrera y no estaba dispuesta a dejarla por un capricho tonto. En otro tiempo ella habría claudicado ante las peticiones de su esposo. Pero ahora era otra mujer. Había cambiado y ya no le importaba que a el le molestara su carácter.
En verdad no le molestaba y cuando pensó seriamente en que quizás llegaran a separarse realmente no se sintió tal mal.*
Lucero no lo podía creer, estaba tan feliz que no cabía dentro de ella.
Fernando se estaba comportando de una manera tan especial que ella se sentía en el cielo. Era amable, gentil y nada ni nadie, le importaba en el mundo más que ella.
Siempre estaban juntos, conversando de cualquier tontería y siempre buscaba un pretexto para hablarle y a ella claro, que eso le gustaba. El sonreía y ella se derretía.La actriz que hacia de villana le estaba echando los perros a Fer. Habían hecho una telenovela juntos y parecía que se había quedado con las ganas de tener algo con el.
Fer no la pelaba pero ella no lo dejaba en paz. Era bonita pero parecía un chicle de los que Lucero acostumbraba mascar.
Lucero recordó la última vez que se había visto con esa situación y decidió que no haría lo mismo. Jugar con Fer era peligroso y si no quería terminar pegada contra alguna pared, mejor no intentarlo.
La idea la hizo sonrojar, aun recordaba ese beso tan intenso que se habían dado. Sintió que algo le cosquilleaba en el cuello. Cerró los ojos y sonrió.
Fer se le acercó y se sentó muy cerca de ella--Un millón por tus pensamientos.
Ella abrió los ojos y se encontró con su hermosa mirada.
--No pensaba en nada especial—mintió
--Mmmm......esperaba que si—le dedicó una sonrisa y le acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja.
Ella miro sus manos. Eran enormes y fuertes, pero también suaves y delicadas. Le gustaban mucho.
Fernando pareció adivinar en que estaba pensando pues le tomó las manos a ella y entrelazo sus dedos.
El calor de su piel se filtro a través de sus palmas
--Quiero decirte algo—le dijo Fer luego de un rato.
--Dime
--Aquí no
Ella miró a su alrededor. Era de noche y ya casi se retiraban a dormir.
--Donde entonces?
--Ven
El se paró y tiró de ella, caminaron unos metros hasta que salieron de las luces y quedaron completamente a oscuras. Ella no podía ver por donde andaban pero sabía que se dirigían al bosque cercano. De cuando en cuando Fer se volteaba a comprobar que no hubiera nadie mirándolos.Al llegar a los árboles caminaron unos pasos más. Todo estaba en completa oscuridad. De pronto el se detuvo y la protegió detrás de un árbol.
--Que es lo que quieres decirme?—ella podía sentir la mano de Fer pero no lo veía.
--Voy comprar una casa en Miami
--De veras? Que padre!, y porque me lo dices a mi
--Quería que lo supieras nomás
Ella sonrío al pensar en sus motivos para contarle eso.
--Fer, no puedo ver tu cara. Tu si ves la mía?
--No—le soltó la mano—pero puedo hacer algo mejor
Le tocó la frente y descendió los dedos lentamente
--Estas son tus cejas, estas tus mejillas y esta tu nariz—se detuvo un instante—Estos...tus labios.
Lucero sintió mariposas en el estomago. Estaba segura de lo que venia después.
¿Alguna vez dejaría de perturbarla de esa manera?
Sintió su aliento fresco rozándole la cara, aspiró su aroma y se perdió en la espera de lo que pasaría. Fer le tomó el labio inferior con los suyos y ella sintió que se le aflojaban las rodillas.Se aferró a sus hombros y el abrazó su cintura. Sus labios se fundieron y ella olvidó por un momento donde estaban. Se besaron con ansias, se besaron por todo el tiempo que no se habían besado. El era tan excitante, tan masculino que la transportaba a otra latitud.
Ella sabía bien a donde los llevaría ese beso. Y aunque lo deseara con toda el alma, no podían continuar, ella estaba casada y se había prometido que jamás volvería a fallarle así a su esposo.
--Fer...espera—dijo tratando de soltarse de su abrazo
El la retuvo y volvió a besarla
--No!—dijo ella con firmeza—debemos parar
--Entiendo—La soltó finalmente—Se que no debí, no era eso lo que quería pero tu...
--Yo que?
--Me trastornas bonita, yo...no puedo...no se como parar
--Esto es un error que no podemos repetir
--Ya se—Suspiró—Se que es un error
Ella busco a tientas su cara y le acaricio la mejilla. El puso su mano sobre la suya y se la mantuvo así por un rato.
La oscuridad los envolvía y ella lo agradeció. No quería que el viera lo afectada que estaba.
--Volvemos?
--Si—dijo el volviendo a darle la mano—vamos