Mi padre me dio vueltas en el aire, me alegraba tanto de verlo. Tenía más de 3 semanas sin verlo ya que estaba de viaje por Argentina, gracias al trabajo. Me colocó en el suelo y me dio un beso en la frente. Sentí su calor, amaba cuando mi padre me daba besos en la frente y en la mejilla, mágicamente siempre me hacía sentir segura y protegida. Me hacía volver a mis primeros años, cuando me caía y él siempre me levantaba y me daba besos para dejar de llorar. Cuando jugábamos en el patio trasero de nuestra casa y él siempre caía para que yo me le subiera encima, tiempos gloriosos que jamás olvidaré.
Melanie se levantó minutos después para darle una grata bienvenida a su padre. Él la abrazó suavemente para no lastimar su grande barriga.
-No sé como guardar esta felicidad la cuál siento ahora mismo. –dijo mi padre, abrazándonos a las dos.
-No sabes cuánto te hemos extrañado, padre. La familia entera. –dijo Melanie.
-Y no sabes cuanto los he extrañado a todos ustedes. –dijo mi padre.
-Me alegra volver a verte, viejo. –dije sobando su barriga, me causaba mucha gracia.
-Me haces sentir muy anciano, Richelle. –dijo mi padre, sonriendo.
-Y aún no lo eres, lo sé. –dije.
Los tres tomamos asiento después de que mi padre saludara a todos los presentes. Él se sentó alado de mi madre, la cuál estaba sentada alado de Anne.
-¿Y entonces dónde se casará mi bebé? –preguntó mi padre.
-En el castillo de Loira, Francia. –dijo mi madre.
-¿En serio? Estuve en Francia hace unos años atrás, no tuve la oportunidad de ir al castillo de Loira, pero me han hablado de él, es hermoso según lo que me han dicho. –dijo mi padre.
-Y de eso no tenemos dudas. –dijo Harry.
-Me alegra saber que ya tienen un lugar asegurado en dónde casarse, no puedo esperar a ver a mi niña en el altar. –dijo mi padre.
-Ya no soy una niña. –dije sonrojada.
-Cuándo naciste me prometí a mí mismo llamarte niña hasta que la muerte me lo impidiera, y mírame, aún estoy más vivo que nunca. –dijo mi padre, todos sonrieron.
-Brindemos por la llegada del señor Leen –dijo Christian, todos agarramos nuestras copas y brindamos.
-Por Dewitt. –dijo Sebastián.
-Por el señor Dewitt. –dijimos todos.
La noche se basó en diferentes anécdotas contadas por mi padre. Risas, chistes, cuentos, etcétera. Llegaron las 10: 30 de la noche, ya quería irme a dormir. Harry y yo nos despedimos de todos, y después de eso volvimos a nuestra casa. Al llegar entramos y yo subí rápidamente a mi habitación. Entré a la ducha y me di un baño corto, salí envuelta en una toalla blanca.
-¿Te habían dicho lo hermosa que eres, amor? –preguntó Harry al verme salir de el baño, sentado en la cama.
-Tú, como un millón de veces. –dije sonriendo, él se levantó de la cama y me agarró de la cintura.
-Jamás me arrepentiré de haberme enamorado de ti, has sido mi mayor regalo. –mencionó.
-Y yo jamás me arrepentiré de haberme enamorado de ti, has sido mi mejor y mayor regalo. –dije guindándome de su cuello.
-Te amo, hermosa. –dijo.
-Te amo, Harry. –dije, él unió nuestros labios.
De repente el sueño, la pereza y la tristeza desapareció, todo se convirtió en pasión y deseo. Ambos caímos en nuestra cama y seguimos besándonos con la energía suficiente. Sentí como me quitaba la toalla de encima y empezaba a acariciar mi cuerpo entero. Plantaba besos alrededor de mi cuerpo, dejando huellas en todo el. Se quitó la ropa en frente de mis ojos, y aunque admitiendo todo hubiese preferido haber sido yo la que se lo quitase, al verlo a él quitándose la ropa aumentó mi excitación y deseo de tenerlo conmigo, dentro, ahí abajo. Se subió encima de mí, abriendo mis piernas lentamente. Sentí la cabeza de su ser en la entrada de mí ser, luego lo sentí entrando lentamente, él gruñó. Sus movimientos se hicieron más rápidos y constantes, al igual que nuestros gemidos. Unió nuestros labios cuando ambos habíamos llegado a la cima. Nos recostamos en la cama y cerramos los ojos, esta vez quedamos dormidos.