-¿Sabe usted lo muy linda que es? -preguntó, ¿qué?
-¿Disculpe? -pregunté, observándolo con el ceño fruncido.
-Lo puedo ver en su rostro, jovencita. Hay inseguridad.
-Pues... -callé, ¿tendría razón?.
-¿Sabe que hace unos años me casé con una maravillosa mujer? Podría haber tenido unos 29 años cuando la volví mi mujer. Sí, con una hermosa mujer, en realidad. Era muy parecida a ti. Física como emocionalmente. El único problema era su inseguridad hacia sí misma. ¿Sabes hacia qué la conllevó esa inseguridad? -me preguntó, ¿debía decir "a qué"?- La llevo casi al suicidio.
-¿No le era suficiente con su amor? -empecé a entender adónde iba este señor.
-No lo sé. Joven, yo la amé, como no amé a nadie. Ella no me comprendía, le decía mil y una veces que la amaba. Pero para ella todo era mentira. Llegó al punto de creer que me pagaron para casarme con ella, algo así como un contrato. ¿Sabes qué fue lo malo de todo eso? Que vivió su vida creyendo ese cuento de que "éramos una relación contrato" Hija, las relaciones contrato no existen y jamás existirán. El ser humano es capas de crear y hacer mil y unas cosas, pero nunca de jugar con el amor. Si hay dos personas juntas, sean hombres con hombres, sean mujeres con mujeres, sean ateos con cristianos, sean familiares o simplemente amigos, lo que esas personas llevan es amor, nada más, todo es amor.
-¿A qué viene todo esto, señor? -pregunté.
-Sólo digo. Me gusta expresarme. -dijo- Bienvenida al departamento Berthmont.
Y sin haberme dado cuenta ya habíamos llegado. Sí, ¿a qué se refería éste señor? ¿Qué le pasó a esposa? ¿Logró el suicidio o simplemente continuó con la vida? Bueno. El señor me dio el viaje gratis, le agradecí por mis adentros. Subí hacia el piso de Alexa, al ya estar en éste caminé un poco más hasta llegar delante de su puerta. Toqué tres veces y después del cuarto toque Alexa me abrió. ¡Dios mío! Tenía la barriga casi o más grande que la mía. Ambas con 2 meses de embarazo. Nos abrazamos y me invitó a entrar, le agradecí.
-¿Cómo has estado? -preguntó, entregándome una taza de jugo de manzana.
-He estado... bien. -dije- ¿Y cómo has estado tú?
-¡Ay, ni te imaginas! Dave se tomó la noticia mejor de lo que pensé. Creí que me formaría un teatro, pero lo único que hizo fue abrazarme y decirme cuán feliz estaba. Luego me pidió matrimonio y pues, todo se mejoró mágicamente.
-Me alegro tanto por ti, Alexa.
-¿Qué sucede? ¿Todo bien? -preguntó, yo asentí- Sabes que no me puedes mentir linda, venga, dime.
Suspiré profundamente y cerré los ojos fuertemente. Tenía que desahogarme. El corazón se me subió a la garganta y las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos. ¿Por qué me empecé a sentir culpable?