Coloqué el teléfono nuevamente sobre mi oído, con la esperanza de que la llamada fuese contestada, pero fracasé rotundamente, de nuevo. Mi cabeza se encontró con mis manos y un gruñido salió de mi boca, estaba hastiada, harta, necesitaba respuestas, ahora. Nuevamente coloqué el teléfono en mi oído y esperé, esperé y esperé. Nada. La paciencia ya estaba al borde de la locura y nuevamente gruñí. "¿Dónde estás, Harry?" empecé a preguntarme cada vez que mis intentos de llamarlo al teléfono eran fallidos. Me levanté de la mesa y caminé al rededor de ella. Había salido a las 12:00 del medio día y ya eran las 7:30 de la noche, nunca había tardado tanto y la intriga y las ganas de verlo empezaron a carcomerme. Entonces el teléfono de la casa sonó, por primera vez en toda la tarde ya que todas las llamadas las hacía yo. Contesté inmediatamente.
-¿Harry? -pregunté con voz acelerada, un silencio se hizo presente.
-Amor... -escuché su voz y de repente mi mundo recobró el color.
-¿Dónde demonios estás? ¿Por qué mierda no has respondido mis llamadas, eh? ¿Qué tienes en la cabeza? -pregunté, sacando mi felicidad y sustituyéndola por enojo y rabia.
-Uh, estás enojada. Creo que sería mejor no entregarte tu detalle amoroso de hoy.
-¿Qué, qué detalle amoroso, eh? ¿Me estás sobornando? -pregunté, él rió.
-¿No lo recuerdas? Ayer hablé sobre un detalle amoroso diario, ¿quieres el de hoy o lo pospongo? -preguntó.
-Eh...lo quiero. -dije, de repente la felicidad volvió rompiendo las barreras del enojo y la rabia.
-Entonces escúchame. -su tono cambió a uno de autoridad, a uno de un comando en jefe, solo obedecí- ¿Estás escuchando?
-No tengo otra alternativa, así que... -respondió, él me calló y lo dejé hablar.
-No te diré en dónde estoy, eso lo tendrás que adivinar tú sola, ¿entiendes? Ahora, ve y cámbiate de ropa, ponte algo con lo que te veas hermosa, ¿vale? Aunque, con todo lo que te pongas luces hermosa.
-Bendito sea el embarazo.
-Amén. -dijo, yo sonreí.
-Bueno, está bien. Pero, ¿cómo adivinaré en dónde estás?
-Eres mi prometida, ¿no se supone que nos comunicamos telepáticamente?
-No lo creo. -admití- Bien, estaré en donde...mi cerebro crea que estás.
-Te amo, ¿lo sabes?
-Sí, lo sé.
Después de varios pero varios minutos me cambié de ropa. Opté por una camisa larga y un pantalón largo, no quería ponerme ningún vestido, no creí que fuera necesario. Salí de la casa y en el suelo había una carta, la carta decía: "El parque". Eso me había imaginado, claro, Harry en el parque al que íbamos todos los fines de semanas, obvio. Caminé hacia él con cuidado y a paso lento, sin preocupación ni alteración. No mentiré, moría por saber qué regalo sería, pero igualmente traté de tranquilizar todas mis ansiedades de mujer embarazada con ganas de un regalo y respiré hondo. Al entrar al parque a lo lejos vi a Harry. Estaba no muy lejos y sus manos se encontraban detrás de su espalda. Caminé hacia él hasta que quedamos frente a frente, le sonreí y él a mí.
-¿Fue fácil, cierto? -preguntó alzando una ceja.
-Me dejaste una carta, me pusiste la búsqueda fácil.
-¿Querías una búsqueda difícil? Señorita ________, no sabía que tenía su lado Sherlock Holmes.
-Desde siempre, señor Styles. -dije sonriéndole, él me sonrió de vuelta.
-¿Quieres ver tu regalo? -preguntó, yo asentí, tratando de no hacer notable mis emociones.
-Claro que quiero ver tu regalo. -respondí después de asentir con la cabeza.
Harry miró detrás e hizo una seña que desconocí totalmente. Un ruido estruendoso hizo que un susto tremendo me invadiera, pero todo desapareció al ver los hermosos fuegos artificiales en el cielo. Eran de diversos colores y hacían cada uno una forma de corazón, lo más romántico de la historia. El último que tiraron fue el que me dejó sin palabras. Tenía corazones y había un mensaje que decía: "Juntos desde un principio hasta un final". Fue súper romántico, no aguanté y las lágrimas brotaron de mis ojos. Lo miré a la cara y agarré su rostro, acercándolo a mí y dándole un beso sincero, cómo lo amaba, mierda, sí que lo amaba y era tan fácil de hacerlo.
-Gracias, Harry. Esto ha sido completamente maravilloso. -respondí.
-Recuerda que para ti hay más, ¿de acuerdo? -dijo, yo asentí.
-¿Podemos ir a casa? Tengo algo de sueño.
-Lo que quiera mi damisela.
-¿Quiere que la lleve cargada?
-Si quieres quedar sin talones, entonces sí.
-Quedar sin talones no es uno de mis más grandes deseos, pero para usted todo, señorita.
-No te preocupes, creo que no olvidaste el auto esta vez, eh. -dije subiéndome a este.
-No, de milagro no lo hice. -dijo y yo reí.
El auto arrancó y nos dirigimos a nuestro hogar, en donde nos encontraríamos con la más grande de las sorpresas...