Me desperté por un riquísimo olor proveniente de la cocina. Tenía mucha pereza de levantarme pero la curiosidad siempre era más fuerte y ganaba en cada batalla. Me levanté de la cama y vi que tenía mi pijama puesta, seguramente Harry me la puso anoche. Bajé las escaleras cuidadosamente y me dirigí a la cocina. Vi a Harry enfrente de la estufa cocinando nuestro desayuno. Él al verme sonrió hermosamente y yo le sonreí de vuelta. Caminé y me senté en la mesa de la cocina. Inmediatamente sentí hambre, ¿cómo no sentir hambre? Si este bebé tenía el apetito de Niall.
Él sonrió y me puso tres platos en frente de mí. Me sorprendí al ver lo que contenían.
Un plato con un sándwich de jamón, queso y tocino. Otro plato con ensalada de fresas, uvas verdes y naranja. El otro plato con una tarta de chocolate.
-¿Todo esto es para mí? -pregunté, sorprendida.
-Para ti y para el bebé. -dijo, tocando suavemente mi pancita.
-Gracias. -dije, empecé a comer muy feliz.
Cuando terminé de comer mi delicioso desayuno subí a darme un baño. Estábamos en septiembre y Londres estaba muy frío.
Bajé las escaleras y Harry estaba sentado en el sofá viendo televisión. Caminé hacia él y me senté a su lado. Él rodó mi cuello con su brazo derecho y me dio un beso en la mejilla.
-No sabes cuántas ganas tengo de besarte. -dijo, susurrando en mi oído.
-¿Por qué no lo haces ahora? -pregunté.
-Porque sé que no querré detenerme.
-¿Y por qué tendrías que detenerte? -pregunté.
-Buen punto. -dijo.
Sentí sus labios pasar por mi cuello mientras respiraba suavemente sobre él. Sus besos subieron hacia mi barbilla y luego hacia mis mejillas, causándome escalofríos. Sentí sus labios sobre mis labios, nuestros besos eran tiernos y dulces. Siguió besándome hasta que escuchamos la puerta sonar. Yo le sonreí y él a mí. Me levanté primero que él y fui a atender.