Me desperté por los rayos del sol que atravesaban por el balcón el cual se encontraba abierto, por un momento me asusté, pero después todo se tranquilizó al ver a Harry salir del baño con una toalla colgando de su cintura y su cabello mojado. Con el agua corriendo por todo su cuerpo y el pelo mojado podía confirmar que era un Dios Griego. Tenía una mirada embobada y no decía nada, sólo veía su estructural cuerpo. ¿Desde cuándo tiene bíceps?
-¿Te gusta la vista, amor? –preguntó, yo sonreí avergonzada y roja como un tomate.
-¿Qué vista? –pregunté, haciéndome completamente la tonta.
-Mi hermoso cuerpo de Dios Griego. –dijo, orgulloso, le tiré una almohada que lo golpeó en la cama- Señorita, recuérdeme jamás hacer algo indebido con usted, tiene gran puntería.
-Se lo recordaré todos los días, mi querido prometido. –dije levantándome de la cama y acercándome a él para darle un beso de buenos días como de novela.
-¿Cómo dormiste? –me preguntó mientras buscaba ropa.
-Bien, ¿por qué preguntas? –pregunté.
-Porque extrañamente amanecí tirado en el suelo. ¿Estás bien amor? Casi nunca me tiras al suelo mientras duermes, es extraño.
-Sí estoy bien, más que bien, perfectamente bien. –dije.
-Me alegro, pero por favor, no me vuelvas a tirar de la cama, me di un tremendo golpe en la cabeza.
-Perdóname mi amor, perdóname. –dije- ¿dónde irás?
-A ningún lado, a no ser que tu quieras salir.
-¿dónde podemos ir? –pregunté sonriéndole.
-No lo sé. A un parque o algo así. –dio como opción.
-A un parque será. –dije, de repente algo sucedió.
Me levanté rápidamente de la cama y corrí hacia el baño. Inmensas ganas de vomitar se aproximaban, haciéndose cada vez más grandes. Me arrodillé al frente del retrete y vomité todo lo que pude. ¡Mierda! Odio vomitar. Cuando terminé me miré frente al espejo y mojé mi rostro con agua fría, mierda, ¿qué me está pasando? Salí del baño y Harry estaba sentado en la cama mirando fijamente hacia mí con su rostro notable de preocupación. Hice una sonrisa para que se calmara, diciéndole que no fue nada.
-Ha de ser las pizzas que ayer comí, no es nada.
-¿Estás segura amor? ¿No quieres ir al hospital?
-No Harry, no te preocupes de nada, estoy bien. Es la segunda vez que vomito así, a la tercera iré al hospital.
-¿Segunda vez, amor? ¿Por qué no me dijiste?
-Estabas dormido y sabes que odio joder tu sueño. Ya, no te preocupes, vamos al parque.
-Está bien, estaré abajo preparando para el picnic.
-Me bañaré rápido. –acaricié su rostro- Todo está bien.
Él bajó y yo entré al baño, me di una ducha de unos 15 minutos. Al salir sequé mi cuerpo entero. Afuera no hacía frío así que no llevé ningún abrigo. Cuando bajé Harry ya tenía la cesta de picnic lista, afuera habían dos emparedados de jamón, tocino y queso.
-Son para ti, sé que no has comido nada así que son para el camino.
-Gracias mi amor.
Los dos salimos de casa agarrados de las manos y nos subimos al auto, sin antes poner la cesta del picnic en la parte trasera del auto. Él arrancó y nos llevó al parque más famoso y hermoso de la ciudad. Al llegar nos bajamos del auto y caminamos más a la cima de una pequeña montaña no muy grande del área. Nos sentamos en el césped y acomodamos todas las cosas. Empezamos a comer mientras conversábamos de algún tema.
-Entonces Henry se suicidó porque se culpó del parálisis de las piernas de Jenny. –dijo él, sorprendido.
-Sí, aún me duele saber eso. ¿Cómo pudo haberse suicidado?
-Míralo desde este punto de vista. Yo te doy el universo entero y tú no me das nada, ejemplo amor. Un día, quieres darme una galaxia, pero sucede algo. ¿Qué será lo primero que yo pensaré?
-Que fuiste un idiota en darme el universo entero, en vez de darme una galaxia.
-Exacto, lo mismo sucedió con Henry. Él le dio un universo, ella le quería dar una galaxia, todo salió mal con su plan y él se culpó. –dijo comiendo una fresa.