Kagome Higurashi caminaba perdida en sus pensamientos, confesarlo no iría a ser lo mejor, sin embargo, ya no podía ocultar el hecho de que amaba a su mejor amigo.
Decidió que lo mejor sería cantarle, pero lamentablemente su voz no era la mejor, se sentía frustrada y con ganas de destrozar todo lo que encuentre.
A los lejos vio a ese hermoso chico que cautivaba sus sentidos, una sonrisa apareció en su rostro al tiempo que se borró al ver que coqueteaba con esa chica... Su rival.
Caminaba cegada por los celos absurdos y disfrazó una sonrisa hipócrita, la que solía usar cuando Kikyo se encontraba cerca del chico que le gustaba.
—¡Inuyasha!—gritó la pequeña azabache envolviendo sus brazos en el cuello del peliplata.
—Hola, Kagome—saludo él con un beso en la mejilla sin saber que este acto hacia que la pobre azabache tuviera una taquicardia.
—Hola, Kikyo—dijo un poco más seria.
—Hola—el desagrado era evidente en el rostro de la otra chica.
La pequeña azabache había interrumpido, como siempre, sus planes de conquistar a Inuyasha. Desde hace años Kikyo gustaba de él, sin embargo, la presencia de la azabache arruinaba sus planes siempre que estaba a punto de convencerlo de salir.
—Si no es mucha molestia... ¿Me puedo robar a Inuyasha?—preguntó rogando en su mente que ella consintiera eso.
—Lo siento, estamos hablando algo un poco serio—respondió Kikyo a la azabache con una sonrisa maliciosa.
—Ahh... Claro... Entiendo—Inuyasha sintió una pequeña opresión en el pecho al ver desanimada a su mejor amiga, él amaba verla feliz.
—Kikyo, ¿hablamos en otro momento?—la miro a los ojos—¿sí?—sin esperar respuesta se fue y la azabache a su lado sentía que había ganado la copa mundial. Fuegos artificiales volaban por su estómago gracias a Inuyasha.
—Yo... Quiero confesarte algo—murmuró ella con las mejillas rojas.
—¿Qué es eso?—pregunta el oji-dorado con una pequeña sonrisa.
—Busquemos un lugar apartado—caminaron por los grandes pasillos de aquel colegio, se guiaron al lugar favorito de Kagome. El jardín trasero. Era su lugar favorito porque estaba muy florecido y a ella le encantaba ver las flores e Inuyasha siempre la complacía ayudando a cuidarlas solo porque a ella le gustaban.
—Bien...
Ella no sabía por dónde empezar. Estaba muy asustada. Confesarlo conllevaría a amarlo libremente o perderlo para siempre. Porque ella sabía perfectamente que las cosas entre ambos cambiarían.
—¿Qué pasa Kag?—pregunta un poco preocupado él.
—Me... Me gusta alguien—ese fue el golpe más fuerte que había impactado a Inuyasha.
Su pequeña enamorada de otro... No podía ser. Un enojo creció dentro de él, no podía aceptarlo ella no podía estar hablando en serio. Otro besaría sus inocentes labios que no habían probado lo que era "su primer beso". Estaba enojado, pero más con él, ella siempre le había gustado y él nunca se atrevió a confesarle su amor, se sentía atado de brazos y pies.
—¿Quién es?—su voz sorprendió a ambos, el enojo era evidente.
—Yo...
Ella estaba en un debate, ¿y si arruinaba su amistad?, ¿y si la rechazaba?, miles de preguntas se asomaron en su pequeña cabeza con la intensión de hacerla estallar.