Mi marciana

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—¿Vendrás?—preguntó Inuyasha. Kagome levantó la mirada de la carpeta que llevaba en mano. Pronto tendría que entrar a su próxima clase.

Le regalo una sonrisa que iluminó el día del joven. Era una chica tan linda con él y con todos lo que la rodeaban.

—Claro, tengo ganas de escucharte cantar—dijo emocionada—lo tenías bien guardado que cantabas. ¿Acaso cantas feo?—cuestionó divertida la chica.

—Ya lo verás el sábado—él se acercó besando su mejilla—suerte en tu examen—gritó alejándose.

—Pero si no te dije que tenía examen—murmuró para sí misma con una sonrisa. Otra vez él averiguaba cosas que la dejaban con una sonrisa.

Cuando el sábado llegó ella estaba sentada cerca de la tarima. Quería verlo desde primera fila.

Inuyasha salió nervioso y tomó el micrófono ubicando a la chica. Al verla sonrió.

Te juro que es verte la cara y mi alma se enciende

Y sacas al sol las pestañas y el mundo florece

Y dejas caer caminando un pañuelo y mi mano sin mi lo recoge

Tienes la risa más fresca de todas las fuentes

Kagome quedó impresionada. Tenía una voz muy bonita y la manera en que cantaba esa canción... Con tanto sentimiento la dejó sin palabras. Inuyasha, el mismo chico despreocupado de todo le mostraba una faceta que ella no conocía para nada y le encantó eso.

Kagome conoció a Inuyasha unos meses después de comenzar la universidad. Un chico despreocupado que nada parecía llamar por completo su atención. Hacía lo que quería en la vida, pero siempre tratando a los demás con respeto.

—¿Cómo te llamas?—preguntó Kagome al verlo sentado luego de acabar la clase.

—Inuyasha—contestó el muchacho mirándola de reojo. Ella le sonrió.

—Soy Kagome, desde hoy tendrás que aguantarme en tu vida porque te obligaré a ser mi amigo—esas palabras asombraron a Inuyasha quién la miró en silencio.

Ahora, en aquel escenario él parecía otra persona.

Eres el timbre del nido de mis gorriones

Hueles a hierba y me sabes a tinta y borrones

Eres el rayo de mayo, mis letras, tus cremas cantando en el coche

Cuando juntamos las sillas me siento tan torpe

Kagome sintió su piel erizarse. Creía que eran cosas suyas, pero la canción parecía ir dedicada a ella. Parpadeó confundida. ¿Lo estaría imaginando?

Inuyasha cantaba entregando su alma en esa canción. Ella sabría que era a ella, a la persona que sin saberlo le dio el valor de pararse en un escenario a cantarle. Quería ser la persona que haga latir ese hermoso corazón que poseía la chica. Quería ser ese pensamiento antes de irse a dormir. Kagome era una chica espectacular.

Desde ese día donde prácticamente lo obligó a ser su amigo sabía que por primera vez en mucho tiempo algo más allá de la música llamaba su atención. Y de pronto las preocupaciones por ella comenzaron, así como la necesidad de verla reír y hacerla feliz. Y sin darse cuenta tocaba en su habitación recordando su rostro entre cuerdas.

Y tienes guardados abrazos que abarcan ciudades

Tienes un beso de arroz y de leche en el valle

One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora