Kagome mostró una sonrisa dulce al tiempo que escribía el pedido. Capturó una mirada desde el otro lado de la pequeña repostería. Otra vez el mismo chico. Una sonrisa involuntaria se dibujó en sus labios. Respiró hondo y trató de que sus piernas no temblaran mientras se dirigía hasta él.
Tú endulzas mi canción
Le das un buen sabor, a cada situación
Siempre Tú
—¿Ya te has decidido?—preguntó con una sonrisa y sus mejillas sonrojadas. Inuyasha la miró tímido y asintió.
—Un pastel de chocolate—ella lo apuntó y lo miró curiosa.
—Siempre eliges el mismo pastel—Inuyasha sonrió.
—Te has dado cuenta—las mejillas de Kagome se incendiaron.
—Debo irme—con una pequeña sonrisa Inuyasha la vio alejarse.
¿Quién podría ser mejor?
Contigo sale el Sol
Sazonas mi interior, siempre
Inuyasha comenzó a visitar la pequeña repostería desde que la vio. Siempre duraba horas viéndola ir y venir con esa sonrisa tan dulce. Suspiró viendo como ella hablaba con su compañera. Todo alrededor de la joven parecía brillar y a él le encantaba la idea de brillar con ella, o por lo menos cerca de ella.
Probó un bocado del chocolate y cerró los ojos al escucharla reír divertida de algo.
Que agradable sonido, podría acostumbrarme.
Cuando abrió los ojos capturó a la joven mirándolo. Al terminar pagó y se machó.
Kagome fue a recoger la mesa en donde él estuvo y vio que había una nota.
Tienes una risa encantadora.
Su corazón latió como loco y tocó su pecho. Se sonrojó todavía más.
Se derrite el corazón
Tan sólo con una mirada
Son tus besos, es tu voz que tienen mi alma enajenada
Desde ese día Kagome esperaba con ansiedad los momentos donde él ingresaba al lugar para sentase donde siempre lo hacía y observarla un rato antes de ordenar un pedazo de pastel de chocolate.
No sabía su nombre, pero poco a poco conocía cosas más importantes de él, como sus gustos y algunas cosas que no le gustaban, esos pequeños descubrimientos hacían a Kagome sentir fenomenal.
Nuestro amor sabe a chocolate
Un corazón de bombón que late
Nuestro amor sabe a chocolate
Cuando Inuyasha se marchó ella corrió a recoger la mesa. Como todos los días una nueva nota la esperaba. Una nueva nota que la haría reír todo el día, para luego ser releída antes de Kagome irse a dormir e ir al cofre donde Kagome ingresaba cada nueva nota que Inuyasha le dejaba.
Tus mejillas son preciosas sonrosadas.
Un suspiro se escapó de sus labios. Otra vez su corazón latía como loco.
Tú, tú mi inspiración
Receta de pasión
Amor sin condición, siempre