Inuyasha miró a su compañera de clase y amor platónico charlar con los maestros. Era tan bonita. Maldijo lo imbécil que era.
Cuando los ojos de Kagome conectaron con los de él, giró el rostro hacia otra dirección con la cara roja. Sabía que si seguía con esa actitud no conseguiría nada de ella. Suspiró.
Debería ser más valiente.
Y no lo fue, porque pasó el tiempo y ella se marchó, sin él poder decirle lo mucho que la amaba.
Son muchos años que pasaron sin decir te quiero
Y en verdad te quiero
Pero encuentro formas de engañar mi corazón
Son muchos años que pasaron sin robarte un beso
Solo quiero un beso
Y por esa boca no me importa ser ladrón
—Señor Taisho, es bueno verlo en el club, hace tiempo no venía—Inuyasha sonrió cordial mientras pedía algo para beber. Miró al frente donde algunas personas nadaban.
Sus ojos captaron un bikini rojo en un cuerpo increíblemente hermoso salir de agua. Un cabello azabache que llegaba a la mitad de la espalda y un caminar sensual.
No reconoció a la mujer, era extraño. Era un miembro activo de ese club, conocía a todas las personas que asistían a él.
Con curiosidad comenzó a caminar hacia la chica que se sentó en una tumbona a beber de una copa. La acompañaba un libro que se encontraba a su lado.
—Buenas tardes—su voz hizo que la joven levantara la cabeza y todo se detuvo para él.
No puede ser que no he encontrado todavía las palabras
Y en esa noche no dije nada
No puede ser que en un segundo me perdí en tu mirada
Cuando por dentro yo te gritaba
Unos ojos grandes, preciosos y de ese color chocolate aparecieron de nuevo en su vida. Hace seis años que no veía esos ojos. ¿Cómo olvidar que ella fue la primera y única mujer que amó y nunca se pudo confesar? La única vez que tuvo una ocasión muy buena para hacerla estuvo tan nervioso que la dejó ir sin poder declarase.
Ahora sus facciones eran más maduras, toda esa belleza que poseía se habían acentuado. Estaba hermosa.
—¿Kagome?—indagó mirándola de arriba hacia abajo. Kagome sonrió mirándolo.
—Inuyasha Taisho, vaya, si no mencionas mi nombre no daba. Estas cambiadísimo—él sonrió. Era cierto. En su adolescencia fue un chico flacucho, nada en comparación con cómo era ahora.
—Pensé que alucinaba, así que por fin encontré a Kagome Higurashi—murmuró mirándola todavía sorprendido.
Sin darse cuenta ambos comenzaron a hablar de sus vidas. Como él quiso hacerlo en el pasado, pero la timidez no lo dejaba por lo que fueron pocas las veces que hablaron de manera natural.
El tiempo pasó tan rápido que Inuyasha no se dio cuenta. Antes de irse le pidió salir y ella aceptó.
Déjame robarte un beso que me llegue hasta el alma
Como un vallenato de esos viejos que nos gustaban
Sé que sientes mariposas, yo también sentí sus alas