Un pedido de:
VickyCervini
Ayame caminaba sin rumbo mirando el cielo despejado de una noche fresca. Su mirada era triste a pesar de todas las cosas hermosas que adornaban su alrededor.
Se sentía tan pérdida y humillada, Koga no dejaba de pensar en aquella jovencita de cabellos azabaches que ella consideraba su rival.
Aunque odiara admitirlo, Kagome no era mala persona, de hecho, era una chica muy agradable. Se sentó frente a un hermoso lago que brillaba gracias a los destellos de la luna en su cristalina agua. Acosaba a Kagome tratando de descubrir que tiene de esa manera tan boba a Koga, pero solo era esa chica siendo tan lista y natural que lo supo de inmediato; ella era perfecta.
Tocó su cabello rojo que ahora descansaba suelto cayendo sobre sus hombros y cubriendo su espalda. Enamorarse de Koga era lo más doloroso que había hecho jamás, él no dejaba de causar malestar en su corazón. Era como su todo lo que ella hiciera fuese en vano, él no se inmutaba siquiera a mirarla, mientras ella se desvivía intentado recuperarlo, él solo se enfocaba en la azabache que amaba con locura a un hanyou gruñón.
—Qué irónico, ¿no?—murmuró al lago mientras que sus pensamientos seguían en batalla lastimando y calmando por momentos el triste corazón de aquella chica. Recordó una canción que tarareaba Kagome en los días que ella la espiaba.
Que alguien pare el tiempo en este instante
Prométeme, que esta vez es verdad
Que no vas a mirar hacia otra parte
Que yo no sé si podré soportar.
Una solitaria lágrima se deslizó por sus pálidas mejillas, se sentía tan poca cosa, tan vacía y extremadamente triste. Ella lo amaba con locura y sin embargo él amaba a otra. Ella solo anhelaba que la bese, que la proteja, que se preocupe tanto por ella como muchas veces ha sido testigo de cómo lo hace por Kagome.
Siempre se consideró una mujer lo suficiente atractiva como para que más de un hombre estuviera loco por ella, pero el destino le jugó mal, él único que ella quería tener a sus pies babeaba por otra mujer. Mirando la luna en el cielo, recordó aquella vez, una de las tantas que compartió a su lado.
—Koga—lo llamaba con una sonrisa divertida.
—¿Dónde estoy?—preguntaba la voz de ese chico misterioso que la tenía envuelta en su ser. Aquel hombre lobo que la salvó y por el cual quiere amar.
—Detrás del árbol de cerezo—adivinó y un Koga sorprendido salió detrás del árbol antes mencionado por la peli-roja.
—Interesante—murmuró el guiñándole un ojo.
—¡Me prometiste ver el atardecer juntos!—le recuerda Ayame con un adorable puchero.
—Vamos señorita—ambos corrían velozmente hasta llegar a una preciosa colina de donde se podía ver en su máximo esplendor el atardecer.
—Es hermoso—susurra Ayame concentrada en el atardecer.
—No tanto como tú—sus ojos se despegan del atardecer para ver a Koga con una sonrisa.
—¿En serio?—pregunta ella sonrojada.
—Completamente—unió sus labios en un beso que la llenó de felicidad.