Me dedique a perderte

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Ayame miró la ropa con desgana y su mejor amiga la animaba a elegir. No tenía ganas de nada, lo menos que quería era ir a ese compromiso y todo por idiota.

¿Qué mujer aceptaría ir al compromiso de su ex que aún sigue amando? Al parecer ella era masoquista, solo de esa manera se explicaba lo idiota que podía llegar a ser.

Porque no te bese en el alma cuando aún podía

Porque no te abracé la vida cuando la tenía

Y yo que no me daba cuenta cuanto te dolía

Y yo que no sabía el daño que me hacía

Recordar como Koga la miraba cada mañana al despertar era apuñalarse lenta y dolorosamente. Pero recordar como trató de sacarla de ese estado de indiferencia y frialdad terminó por romperla.

Ella no puede decir que él no lo intentó, él lo hizo y con todas sus fuerzas. Ella no sabe si ella se dedicó a perderlo o simplemente él a ella.

Cómo es que nunca me fijé que ya no sonreías

Y que antes de apagar la luz ya nada me decías

Que aquel amor se te escapó, que había llegado el día

Que ya no me sentías, que ya ni te dolía

Arreglándose miró el collar que él le obsequió en su primer aniversario juntos. Se sentía tan sola, tan triste... Sin vida cuando él no estaba. Cerró los ojos mordiéndose el labio, lo amaba, eso era real, pero él amaba a otra... A otra que ella detestaba.

Los celos pueden ser lo peor que le pueda pasar a una persona, ella no era de que le desagradaban las personas fácilmente, pero a esta chica de sólo verla al lado de Koga, unas ganas de arrancarle todas las extensiones aparecían.

Me dediqué a perderte

Y me ausente en momentos que se han ido para siempre

Me dediqué a no verte

Y me encerré en mi mundo y no pudiste detenerme

Y me alejé mil veces

Y cuando regresé te había perdido para siempre

Y quise detenerte y entonces descubrí que ya mirabas diferente

Me dediqué a perderte

Me dediqué a perderte

Ayame entró en la mansión en el hotel donde se celebraría la fiesta de compromiso. Sus labios temblaron un poco, pero mantuvo la compostura.

El vestido negro le sentaba de maravilla, su cabello en una coleta alta que dejaba ver el gran escote que tenía el vestido y sus labios parecían la tentación más fuerte para cualquiera. Si ella no estuviera tan triste hubiese sido capaz de darse cuenta que robaba todas las miradas de los hombres.

Ayame era poseedora de unas curvas por la que cualquier hombre querría perderse. Unos ojos verdes que atrapaban y unos labios que deberían ser un delito, ella era hermosa físicamente, pero emocionalmente ya era otra cosa. Emocionalmente ella era el diamante más precioso y valioso que haya.

Porque no te llené de mi cuando aún había tiempo

Porque no pude comprender lo que hasta ahora entiendo

Que fuiste todo para mí y que yo estaba ciego

Te dejé para luego este maldito ego

—Buenas noches—sus ojos se posaron en aquellos que tanto tiempo observó. Koga tensó su cuerpo y Kagome le sonrió con malicia.

—Oh Ayame, que bueno que pudiste venir—dijo en un tono falso que casi hace rodar los ojos de la peli roja.

—Claro, vengo a felicitar—murmuró tragándose las ganas que tenía de robar a Koga, de encerrarlo y alejarlo de aquella azabache que tanto detestaba.

Koga observó a su ex y los labios se le abrieron un poco. ¡Joder! Iba como la tentación hecha carne. Ayame era demasiado hermosa que no pudo evitar observarla de arriba abajo.

—Oh, que linda eres—le regaló una sonrisa a Kagome, sí que no la soportaba.

—Tengan un buen matrimonio, que todos salga bien... Y que ella no se dedique a perderte como lo hice yo alguna vez—Koga abrió los ojos y Ayame se alejó rápidamente de ese lugar, verlo con la mano sobre la cadera de Kagome ya la tenía enferma. En el único cuerpo donde quería que sus manos se perdieran eran en el de ella.

Me dediqué a perderte

Y me ausenté en momentos que se han ido para siempre

Me dediqué a no verte

Y me encerré en mi mundo y no pudiste detenerme

Y me alejé mil veces

Y cuando regresé te había perdido para siempre

Y quise detenerte y entonces descubrí que ya mirabas diferente

Me dediqué a perderte

Me dediqué a perderte, mmm

Ayame bajó los escalones de la entrada dispuesta a largarse de aquel lugar. Lo hizo infeliz, ahora ella no podía hacer nada.

—¡Ayame!—ella dio vuelta viéndolo llegar.

—Koga—murmuró.

—¿Qué significó lo último?—ella miró hacia otro lugar—tú te dedicaste a perderme—una triste sonrisa se posó en los labios de la chica.

—Y de una manera muy cruel—con un paso vacilante se acercó a ella.

—¿Por qué apareciste ahora?—preguntó—tantas veces te busqué y tú simplemente desapareciste y ahora apareces como si nada, ¿a qué Ayame?—ella le sonrió con tristeza.

—Quería confirmar con mis propios ojos que tienes a otra persona en tu vida. Que la amas y que con ella compartirás tu vida—sin que Koga se lo espere ella posó sus labios suaves sobre los de él. Koga quedó paralizado—sonará cruel, pero te sigo amando—y con eso se alejó.

—Es una pena que yo ya no—susurró Koga mirando la oscuridad que habitaba en aquel lugar.

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