—Buenos días chicos, la maestra que estará sustituyendo a Kaede por estos tres meses es Kagome Higurashi—la chica recién graduada entró con una sonrisa amigable al salón. Más de uno le echó una mirada a la joven maestra que parecía ajena a la atención masculina—espero respeto, que pasen buen día—y con eso la coordinadora salió del salón dejando a la linda maestra que tenía toda la atención de un joven de ojos dorados y cabello plata.
Cuando la señorita Higurashi habló, Inuyasha quedó atrapado en esa suave manera de pronunciar las palabras y la manera en que movía sus manos para dar a entender lo que quería.
Desde ese día Inuyasha Taisho se enamoró. Así, a primera vista de una mujer que le llevaba algunos años.
Amarte como te amo es complicado
Pensar cómo te pienso es un pecado
Mirar cómo te miro está prohibido
Tocarte como quiero es un delito
A sus diecisiete años Inuyasha había tenido algunas novias y pocos ligues. Su atractivo físico llamaba la atención, pero a pesar de parecer un rompecorazones, no lo era. Era de esos chicos que se desvivían por hacer feliz a la chica con la que estaba. Porque él era todo un caballero.
Kagome se había dado cuenta de eso en el tiempo que llevaba impartiendo su materia en el colegio. Era un chico muy inteligente, tanto que a ella le gustó mucho algunas formas que tenía de ver la vida. Inuyasha sabía lo que quería y tenía una determinación para lograrlo admirable.
La clase había acabado y cuando Kagome se dio cuenta el salón estaba vacío, a excepción de ella e Inuyasha que jugaba con un bolígrafo en su mano.
—¿Pasa algo?—preguntó la mujer con una sonrisa.
—Si—comentó el muchacho.
Ya no sé qué hacer para que estés bien
Si apagar el Sol para encender tu amanecer
Falar en portugués, aprender a hablar francés
O bajar la Luna hasta tus pies
—¿Qué necesitas?—él se acercó a ella quedando de frente.
—Que me vea como un hombre—Kagome pareció sorprendida.
—No te comprendo—Inuyasha sonrió y de manera atrevida tocó la mejilla de su maestra.
—Muero por darle un beso, por eso quiero que comience a verme como un hombre y no como un niño—Inuyasha miró la boca de su maestra—es una mujer muy hermosa—y dejando a Kagome fuera de combate de alejó.
Yo solo quiero darte un beso
Y regalarte mis mañanas
Cantar para calmar tus miedos
Quiero que no te falte nada
Al día siguiente Kagome encontró varias rosas en su escritorio ganándose un bullicio por parte de sus estudiantes al tener un admirador secreto. Pero la sonrisa en los labios de Inuyasha le respondieron que fue él quien las dejó.
Intentó no darle importancia, pero esa fue la primera vez que un hombre le regalaba rosas, era la primera vez que alguien actuaba de esa manera bonita con ella.
—Gracias a quién sea que dejó las rosas, me encantan—comentó la maestra antes de iniciar las clases sin poder evitar sonreír cada tanto.
Yo solo quiero darte un beso