Kagome se mordió los labios a la vez que sentía sus ojos cristalizarse. Era tan cotidiano eso, que ella abriera su corazón, que ella amara con locura y que Inuyasha destrozara sus esperanzas como destrozaba a todos los monstros que se encontraban en su camino.
Otra vez dando todo sin recibir nada Kagome. ¿Cuándo aprenderás?
Suspiró con fuerza y se sentó en el borde del pozo. Una vez más, estaba harta de ser quien llora lágrimas de sangre por dentro.
Tú siempre decías que nunca te irías si no te iría bien
No luchar por lo que quieres solo tiene un nombre y se llama perder.
Tragó en seco cuando su celular, ese que había traído a la época antigua timbró con aquella canción y no era posible. Ella luchó por lo que quería, para ser exactos por quién quería, pero los ojos de Inuyasha solo miraba a Kikyo y ella era como el repuesto de cuando Kikyo no se encontraba.
Si te hice daño no fue sin quererte sino sin querer
Dime sólo qué prefieres si tienes la opción de tener o temer.
—Kagome—el aire se tornó denso cuando la voz de Inuyasha interrumpió la melodía que salía de aquel aparato que Kagome poseía.
Tú sólo piensas en cómo se acaba
Yo sólo pienso en cómo acabaré
Un día me dices "me faltan las ganas"
Otro lo pienso y nunca te gané
Yo que hice todo porque te quedaras
Ahora lo pienso con qué me quedé
Tiempo perdido quizás lo he ganado
De echarte de menos a decirte que:
—¿Qué quieres?—la voz fría de Kagome fue la prueba viva de que ya estaba harta de él, de Kikyo... De todo.
Los ojos fríos de Inuyasha en ese momento desplegaban la calidez que sentía por esa chica. Pero, a Inuyasha en su pensar no se le podría juzgar. Él amaba a ambas chicas, pero Kikyo fue quien lo aceptó por primera vez, pero Kagome era la persona que lo hizo confiar, que lo hizo abrir su corazón, ya no sabía que sentir. Pero lastimar a la azabache lo rompía, tanto como la rompía a ella.
Lo siento por hacerte perder el tiempo
Por pensar que hacer otro intento
Por tenerte, lucharte y sentirte te haría feliz
Reviento porque a veces ni yo me entiendo
Cómo voy a entender lo nuestro
Si nunca te entendí ni a ti
—Kikyo y yo...
—Volvieron—completó la azabache y la maldita canción seguía en curso, sus ojos se posaron en cualquier cosa menos en aquel hombre de ojos dorados.
—Si—murmuró sin ser capaz de mantener la vista en ella.
—Lo supuse—ella le regaló una triste sonrisa—lo siento, supongo que me hice ilusiones que no iban con nosotros, me siento tan tonta—dijo mirando a cualquier lugar que no sea el peli plata.
—No eres tonta Kagome—ella resopló molesta.
—Lo soy—aseguro mirándolo.
Yo sé que en importarme el pasado que antes matabas sólo es crecer