—Lo siento—Miroku agachó la cabeza con la vergüenza plasmada en su rostro.
La cara de Sango cambió sabiendo a lo que se refería. Sus labios temblaron y miró a otro lugar.
—Eres un cobarde—negó dándose vuelta sin mirarlo una vez más—yo no me enamoré de un cobarde—ella negó—eso fue lo más despreciable que has hecho—se marchó dentro del club donde la música escondió los gritos de dolor que su corazón anhelaba que ella escuche.
Prometí quererte para siempre
Y era cierto no había dudas en mi mente
Si el destino tuvo planes diferentes
Y te herí por accidente perdón
Sango había conocido a Miroku en ese mismo lugar. Una noche de chicas se convirtió para ella y sus amigas en un hermoso lugar donde encontraron al "amor de su vida".
Esos ojos de Miroku la habían cautivado de una manera muy poderosa, se sentía tan atraída hacia él que era extraño para ella.
Si me solté de ti, si no te defendí
Fue que mi corazón estaba ciego
Que estupidez perderte para verlo, lo siento
Al mes de conocerse ya eran novios. Eran inseparables, era un chico alegre, fiel y todo un adonis, ¿qué chica no quería un novio así? Pero la realidad fue que Miroku le mostró una careta muy diferente a la de él a Sango. No era nada de eso, eso solo fue una actuación muy bien hecha que terminó por destrozarla.
No espero amor ni odio
Ya tengo bastante con mi dolor
Maldigo el episodio
Lo peor es que yo fui quien lo escribió
Me esperan los demonios
Que deja tu olvido que juegan conmigo
Ya sé que es cobarde pedirte en una canción
Perdón, perdón
Se enamoró de él, cayó como una chiquilla. Era imposible no sentir, no entregarse en cuerpo y alma a él. Miroku hacia lo que nadie pudo jamás, él hacía que su corazón palpite sintiéndose vivo. Sintiéndose amado.
Si pudiera regresas el tiempo
Esta vez no escondería lo que siento
El silencio fue el engaño más violento
Mi terrible experimento fallo
Miroku miraba la figura de Sango perderse en la multitud de personas y cerró los ojos con fuerzas para luego deslizarse por la pared. Enterró su cara entre sus piernas y las lágrimas bajaron sin control.
¿Qué hice? Era la pregunta que se repetía como una canción pegajosa en su mente. Se dio cuenta muy tarde de lo que en realidad sentía por la chica de ojos marrones que lo habían cautivado. La lastimó, la destrozó, y solo pudo pedirle perdón de una manera tan baja.
Si te aleje de mí, si te falle y me fui
Fue porque mis mentiras me daban miedo
Tú me creíste y yo me volví tan bueno
Fingiendo
Si, él se había convertido en todo un mentiroso. Mintió las veces que le dijo que ella era la única, que cancelaba citas para tener a alguien más.
Las lágrimas continuaban bajando y Miroku se sentía devastado. Ahora se daba cuenta de aquella frase "nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde" su estupidez le hizo perder a una mujer que jamás encontraría nuevamente.
No espero amor ni odio
Ya tengo bastante con mi dolor
Maldigo el episodio
Lo peor es que yo fui quien lo escribió
Me esperan los demonios
Que deja tu olvido que juegan conmigo
Ya sé que es cobarde pedirte en una canción
Perdón, perdón
Había pasado semanas en las cuales Miroku buscaba el perdón de Sango y ella lo rechazaba.
Sango aún tenía un corazón roto que sanar.
Ella miraba los pilares de libros que estaba frente a su escritorio y suspiró con preocupación. Miroku tenía dos días sin aparecer en su vida. Le preocupaba que él se haya rendido. Tenía miedo, no quería que él se rinda con ella.
—Sango—levantó la mirada y vio al hombre que gobernaba sus pensamientos.
—Miroku... Tenía días sin saber de ti—las palabras salieron sin que pudiera controlarlas.
—Lo pensé mejor—le dijo con una sonrisa.
—¿A qué te refieres?—pregunto confusa Sango y Miroku se acercó a ella.
—Tengamos un nuevo comienzo—extendió su mano hacia ella—quiero hacer las cosas bien contigo Sango, porque te amo y no te quiero perder—le regalo una sonrisa de esas que la volvía loca—seamos primero amigos—Sango abrió los ojos. Miroku nunca había tenido una amiga, él solo sabía obtener una cosa de las mujeres y no era su amistad. Ella le dio una sonrisa sincera mientras estrechaba su mano contra la de él.
—Puede que si te ganes mi perdón—susurró abatida por la felicidad de ver que el si la amaba.