Dedicado a: AleyanGomez
La respiración de Ayame era un tanto descontrolada, pero había que entenderla. Ver a semejante hombre a desnudo había desatado sus pensamientos más lujuriosos.
Y es que no es fácil. No es fácil ser la empleada de Koga y más ahora que por accidente entró sin tocar la puerta de su habitación pensando que él no estaba, pero ahí estaba y desnudo.
Su cara estaba enrojecida mientras su respiración era un asco. Koga solo se limitó a mirarla y ella a salir huyendo. Ahora Ayame no sabía cómo iba a mirarlo sin sentir la pena y sin saber cómo controlar el desearlo.
Cuando me miras así
No sabes lo que te haría
Un poco por acá
Un toque por allí
Del mundo te olvidarías.
Koga caminaba una semana después de lo sucedido. Había salido del país por asuntos de negocios y hoy era que regresaba.
Una sonrisa pícara se formó en sus labios. No podía negar que su empleada le gustaba, le atraía y estaba loco por perderse en su piel.
También era consciente de que él no le era indiferente. Él le gustaba.
No te lo guardes mami
Que ganas si desconfías
En esta noche si
Me la das a mí
Te sacas la lotería.
Entró a la cocina viendo cómo se movía con una canción algo pegajosa que sonaba. Le enloquecía esa mujer. Ella era la perdición de Koga y él quería caer en esa deliciosa perdición.
Ven mamita ven que
Yo quiero tenerte
Cámbiame la suerte
Esto es algo urgente.
—Veo que está animada hoy—comentó y la chica se sobresaltó sonrojada. Koga sonrió con altanería.
—Señor—le excitaba que le llamara de ese modo. Koga mordió su labio—no sabía que regresó—él paso su dedo por sus labios y esa acción Ayame lo encontró de lo más sexy.
Ven que ya no aguanto
Ay mamita ven que
Tú me gustas tanto
Y éste nunca miente.
—Acabo de volver. Envíe que suban mis pertenencias a la habitación—salió casi corriendo de la cocina. Ayame hizo que su miembro doliera. Era como una obsesión. Solo la imaginaba desnuda bajo su cuerpo gimiendo su nombre.
Koga cerró los ojos y maldijo en cuanto idioma pudo. La quería y la deseaba. Y eso era peligroso muy peligroso.
Juégate la suerte siempre
Hay un factor crucial
Que hace que te pongas tu mejor labial
Seguro mami, que tu vienes aquí
Gritaré a los cuatro vientos
¡Hay mamita vente!
Koga y Ayame cada vez eran más evidentes. Las miradas deseosas de cosas prohibidas no pasó desapercibida para el abuelo de la chica. Algo pasaba, o algo pasaría y él lo sabía.