Kagome miraba en aquello que se había convertido. La sangre bajaba de sus labios goteando en el suelo.
Su verdugo la miraba en una esquina, la ira estaba reflejada en su mirada. Los golpes ya no dolían, había recibido tantos que no se extrañaba de ello. Ya era como si su mente estuviera proyectado cada golpe que él le propiciaba. ¿Cómo se dejó engañar? Esa era la pregunta que rondaba desde siempre la mente de Kagome. Odiaba todo y a todos.
Odiaba la manera en cómo se dejó engañar de un ser tan maligno como lo era ese hombre. Sesshomaru. Pensó que solo era frío, pero estaba totalmente equivocada.
Ella era bella frágil como una rosa, él era una bestia esclavo de sus impulsos.
Único día que les ataron esposas
ya no eran niños,
crecieron, se hicieron adultos juntos.
Recordaba como cuando de niños él la observaba porque Kagome le gustaba, un amor infantil es lo más dulce que hay, lo más tierno y sincero y Kagome lo sabía porque ella lo amó desde aquel pequeño instante donde llegó a su nuevo hogar y vio al niño solitario que era Sesshomaru. Le gustó, le gusto observarlo todos los días desde la ventana de su habitación, le gustó escuchar su voz a la lejanía, aunque estas eran pocas veces que pasaba.
Hasta que un día se cansó de ser una sombra y se acercó él. Le regalo su mejor sonrisa, pero Sesshomaru no la valoró y ella volvió a su casa llorando, ella siempre se acercaba, pero salía llorando por ese niño. Hasta que un día le robó su primer beso y entonces todo cambió.
Todo marchaba bien,
eso parecía en su primera luna de miel
juró serle de por vida fiel
y ella a él,
una historia como otra cualquiera(sí)
quién les ve y quién les viera.
Kagome sonreía mientras Sesshomaru le hacia el amor y juraba miles de cosas, ella aun no creía la suerte que había tenido, de un amor infantil a uno adolescente y ahora boda, disfrutaba su luna de miel sin saber que más tarde quien le daba amor le daría dolor.
Pero el tiempo pasa
y las relaciones se agotan
se cansan,
ella ni lo nota
porque esta ciega,
ciega de amor, Pero no aguanta la monotonía
ya no quería ser dueño de una sola tía
Pasó el tiempo y Kagome ya no sonría igual, Sesshomaru había cambiado mucho con ella, lo recordaba igual que al principio, un hombre frío y sin corazón.
o eso les decía a sus colegas de copas
''Yo salgo con otras, pero ella ni lo nota''
Bella estaba ciega
pero no era tonta,
ya dudaba
Tantas noches sola
cuantas horas de la madrugada
Las lágrimas bañaban sus ojos al mirar la hora en el reloj. Era muy tarde y al verlo llegar se hizo la dormida, percibió el perfume de mujer a la distancia. Y sollozaba tan bajo y en silencio que apenas se podía escuchar, solo si le prestaban atención, atención que Sesshomaru no le daba.