Aferrarse

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NOTA: Lean hasta el final, hay una nota especial y avisos...

¿Qué acaba de suceder?

—¡Frank!

¿Cómo pasó esto? ¿Cómo dejé que pasara esto?

—¿No te gusta?

Me besó y me quedé inmóvil, sin mover ninguna extremidad de mi cuerpo. Sin refutar, sin refunfuñar, sin nada. Sentí el calor recorrer mi espalda y un shock me trajo de vuelta a la tierra.

—¿¡De qué demonios hablas!?

Y con una bofetada, logré salir de ahí.

Fui débil.

Sé que lo fui. No puedo mentirle a nadie, al sentir su cuerpo contra el mío, y aquella dulce sensación en mis labios, no me pude resistir. Sin embargo, algo dentro de mí me despertó, aquellas cosquillas que me traen de vuelta a la tierra, cuando quiero tocar un cielo que no me pertenece.

Entré a la casa cerrando con seguro la puerta, me deslice lentamente en ella, esparciendo las lágrimas en mi rostro, tomando fuertemente mi cabello con ambas manos y pensar que era inútil. Todo esto había sido inútil. Yo sabía, desde un principio, que Frank despertaba en mí un cosquilleo extraño. Yo sabía, desde el minuto uno, que no debía ser amable, que no debía bajar la guardia. Porque yo ya tenía a alguien que me quería.

Que me amaba.

—Lo siento... —Susurré para mí mismo, escondiendo mi rostro entre mis rodillas—. Sus manos... ¡qué puto asco! —Grité, temblando por un escalofrío repentino al recordar como sus manos se adentraron por debajo de mi camisa—. ¿¡Qué demonios William?!

Me puse de pie para correr directo a la cocina y destapar una botella de alcohol. De Tequila para ser exactos. Bebí sin pensarlo y logré, debido al tremendo ardor, tranquilizarme. Parecía estar en medio de un trance, parecía no poder entender nada a mí alrededor, como si aquello fuera una pesadilla. Irreal, por favor, te pido señor, haz que esto sea irreal.

Tomé mi teléfono y observe perdido el fondo de pantalla. Aquella foto en Barcelona, acostados junto con Confi en la cama, era nada menos que un puñal andante ahora mismo.

—Tengo que decirte, no puedo esconderte esto sin importar nada... —Susurré—. Sé que te va a doler... sé que... —Pegué el teléfono a mi cara—. Sé que te voy a hacer llorar... —Y me tiré al suelo de nuevo. Recostando mi espalda en las gavetas de la cocina, el teléfono en mi frente, mis ojos pesando por el ardor de aquellas lágrimas, la garganta ardiendo, el corazón en trizas.

—Pero no puedo esconder esto...

Tomé valor. Sabiendo que me arrepentiría lo hice. Escuché su voz, escuché el cómo se rompía a cada palabra que yo decía. Sentí la decepción, sentí el enojo y el cabreo que crecía conforme yo decía que había sido débil. Porque te juro que fue solo eso. Porque te juro que te extraño tanto como un ángel a su propio cielo.

No sé estar sin ti.

Me duele no tener tu afecto, Samuel. ¿Me entiendes? Fui débil porque amor no tengo aquí. Fui débil porque estoy asustado de todo esto, porque detesto no poder ser yo mismo y largarme de aquí contigo. Soy débil porque había pasado demasiado tiempo desde que alguien me sonreía de una forma encantadora, con aquel brillo en sus ojos.

Brillo chantajista, sonrisa de malabarista. Pensando sus movimientos, qué ingenuo fui dios mío. Qué débil fui, Samuel, lo siento tanto.

Cuando colgó lo oí decir que lo pensaría, qué pensaría si yo valía la pena. Y lo entendía. ¿Quién no lo haría? Lleva esperando tanto tiempo sin yo presente, lleva esperando tanto tiempo, anhelando el día en el que por fin regresaría y seríamos felices en nuestra casa de cuatro paredes. ¿Quién no se rompería? Yo lo haría.

FISURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora