Niño rico

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Ya había pasado una semana desde que el desastre llegó a mi vida, con nombre y apellido, con piel y acento, el señor, don, princeso, rey de reyes, William. Podría agregar incluso más apodos, o más iniciales, pero tardaría la vida en terminar de pensarlos.

William era un tío insoportable, punto y final. Si bien desde que llegó al apartamento se la ha pasado dando ordenes, ahora que me "conoce"  se toma la decencia de gritarme las ordenes.

-¡FRIEGA LOS PLATOS TÍO!

-¿¡EN SERIO TRONCO!? ¡SAMUEL VEN A LIMPIAR A CONFI!

-¡SAMUEL VEN A RECIBIR EL PAQUETE!

-¡¿DÓNDE ESTÁN MIS SÁBANAS?!

Y Samuel está perdiendo la paciencia, que nunca tuve, claro. Intento lucir lo más calmado posible al llegar a casa, es decir, después de hacerle el tatuaje aquél a los tíos que eran pareja, han llegado muchísimas más personas al local, como si el tatuaje ese fuese de las mejores joyas que había hecho, cuando no era así. Sé que la canción mola, y tal, pero a eso y pensar que el tatuador es la leche del cordero solo por haberlo hecho, me frustra un poco.

Pero ¿De qué me voy a quejar? Si al final el que recibe el dinero, soy yo.

Dinero; el problema más grande aquí, por lo menos para mí. El señor no ha llegado cobrarme, y según fuentes cercanas a mi (o bien, los policías de la entrada) está en unas vacaciones con su familia, así que es básicamente por ello. No pretendo pensar en que se le ha olvidado, o tan siquiera hubiera bajado de interés. Conozco tanto a ese tío, que sé que aunque esté en la playa con su mujer, estará pensado "El dinerito de Samuel".

Bien, habiendo hecho esa pequeña presentación de mi vida convertida en caos, explicaré qué hago ahora mismo. Son las seis de la tarde, me encuentro en el local después de haber terminado de hacer un tatuaje, esperando a que los chavales de la universidad salgan para que vengan a hacerme compañía. No lo digo por nada, sé que últimamente están viniendo a sacar cotizaciones de tatuajes, y estoy bajando los precios, en ocasiones para animarlos un poquitín más.

"-Tío que no tengo dinero, que no he ido a trabajar"  Y esas cosas que suelo escuchar a menudo, me han hecho recorrer a las rebajas. Entiendo su falta de dinero y su aumento de interés en hacer un tatuaje, así que seré comprensivo y bondadoso, y les quitaré veinte euros del precio original. No puedo quitar más.

Miré la hora en mi móvil, note como el cielo ya se estaba oscureciendo, pues eran las siete de la noche ya, a estas horas, los universitarios comienzan a salir, algunos, claro, los que tienen carreras más ligeras, como por ejemplo, diseño gráfico.

Miraba de reojo por la puerta del local, ya que este tenía una pequeña sala de espera, como si fuese un consultorio médico, porque vamos, antes este lugar servía para eso. No tan pequeño, pero si de un tamaño razonable, con puertas de madera pintadas de negro, y las paredes de un color rojo cubiertas de imágenes con ciertas joyas que yo he hecho. Haciéndome sentir de lo más orgulloso.

Escuché como alguien entraba a la sala de espera, se acercó y tocó con miedo mi puerta, me puse de pie y abrí con una sonrisa comercial.

-¿Aquí trabajas, eh? - Para toparme con el gilipollas más grande que Dios pudo traer al mundo. - Hola

-¿Quieres hacer un tatuaje...? - Él asintió y entró en mi despacho sin decirme nada, se quedó quieto, al instante, al escuchar la canción que me mantenía, por lo menos a mí, despierto a estas horas.

-¿Te gusta esa banda? - Yo negué con un sonidito mientras me sentaba en mi silla, y sacaba un álbum con tipos de letras, tipos de dibujos, y una pequeña imagen del cuerpo humano. - ¿Entonces porqué la escuchas?

FISURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora