FISURAS

Cuerda floja

Atención: Este capítulo contiene +18.

El tatuaje eterno, ese era el único pensamiento que tenía mientras lo hacía. William estaba sentado en mi escritorio, revisando su móvil y contestando mensajes, su mirada, que no había dejado de ser una lasciva desde la casa, me comía, me tentaba, parecía llamarme y sonreírme mientras gozaba mi impotencia ahora. Estaba imaginando todas las cosas que le haría, eso era un error enorme mientras tatúas, si te desconcentras, puedes llegar a cometer errores a montones, nadie quiere eso. Menos yo.

—Bien —Dije después de unos minutos, terminando la primera sesión—. Mañana será la última sesión, pensé que podría terminarlo hoy, pero el límite de dolor ya está casi por acabar, ¿te parece bien venir mañana?

—Sí, ya estaba en mi límite de cualquier manera —Contestó mi cliente, tomando su camisa y poniéndose de pie—. Bien, nos vemos mañana Samuel, te pago la otra mitad cuando terminemos, ¿vale?

—Seguro —Contesté tranquilo, mientras veía como el chico se iba y al hacerlo, yo también me dispuse a caminar hacia la sala de espera. Miré los alrededores, nadie parecía venir, tomé la puerta metálica y con una mano, bajé el telón.

Di la media vuelta, Guillermo seguía teniendo esa sonrisa en su rostro, una sonrisa encantadora y totalmente lasciva.

—Me gustó el tatuaje, ¿me tatuarías ahora? —Susurró poniéndose de pie, mientras se sacaba la camisa.

—Seguro que sí —Contesté quitándome la camisa también.

Caminé directo a él y al tomarlo del rostro sentí como se había sentado en el escritorio, bajé mis manos hasta su espalda desnuda y después de ello a su trasero. ¡Qué linda era la vida de repente!

—¿Dónde quieres el tatuaje? —Le pregunté, mirándolo a los ojos, sin apartarnos más que unos pocos milímetros.

—¿Qué tal... en las piernas? —¡Derrame nasal, por favor no vengas! —. ¿Te parece?

—Me parece... —Cogí su pantalón y comencé a desabotonarlo, bajar la cremallera y sentir sus labios rozar con mi cuello. Cuando él tiene iniciativa... mi cuerpo pierde autocontrol.

Desnudé sus piernas mientras me abría paso a su bóxer, su rostro, sonrojado y completamente avergonzado me llenó de una emoción incontrolable, quería tomarlo, ya. Bajé rápido su bóxer, haciendo que un pequeño grito de emoción saliera de sus labios, un grito que pareció más bien un gemido.

—Estabas impaciente... ¿No? —Pregunté sin vergüenza al ver su erección—. Qué lindo

—Cállate o te sangrará la nar... —Callé aquellas palabras orgullosas metiendo su miembro en mi boca, lo que salió de sus labios fue un gemido, sus manos se descontrolaron y me cogieron fuertemente del cabello, aunque poco a poco fueron perdiendo fuerza, a medida que yo lamía y relamía. ¡Por favor...! ¿No podía ser menos erótico?

Alcé mi rostro para ver como su gesto se había deformado en uno ansioso, su boca medio abierta, su mirada cansada, quería hacerlo, ¿cómo podía ser no tan bestia si lo tengo de esta manera? 

—Hace un tiempo... —Dijo entre gemidos, mientras me tomaba de los hombros y me acercaba a su rostro—. Me hubiera sentido superior a ti si cedías a hacerlo conmigo aquí...

—Es verdad —Susurré besando su cuello, sintiendo sus manos desabotonar mi pantalón—. ¿Te sientes superior?

—Me siento así... —Apretó mi miembro haciendo que dejara salir un gemido. Sacó una risita y yo también lo hice, este niño había venido con las pilas puestas el día de hoy. Tendría que acabar con esa energía.