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Habían pasado ya tres años desde que los Kauffman se habían mudado de nueva cuenta a Inglaterra, y el destino y la suerte parecía estar siempre a su favor.
Las amistades poderosas seguían aumentando en número, oficialmente eran poseedores de un lugar en el Wizengamot y tenían gran influencia dentro del Ministerio; los nuevos negocios en tierras inglesas comenzaban a prosperar hábidamente generando ganancias millonarias y nadie sospechaba a cerca del verdadero origen de Dizban.
Bertram, por insistencia de su hija y su nieto, había dado por terminada su vida de soltería y su eterno luto por su esposa ahora siendo todo un casanova de la alta sociedad, donde brujas y magos de diversas edades poseedores de gran belleza, caían enamorados de él. El hombre por su puesto solo pasaba un rato con ellos. Dejándolo como un rompecorazones activo.
Annabeth se encontraba demasiado ocupada con los negocios de la familia, que si bien no lo suficiente para dejar en el olvido a su adorado hijo, si el necesario para ser su pretexto principal a miles de pretendientes que la asediaban al punto de la desesperación. Parecía ser que todos pensaban que ella necesitase una pareja para poder ser la siguiente líder de la familia.
Pero ella prefería pasar de una relación y mejor irse de compras con Cissy y las demás amigas.
Dizban por su parte, estaba feliz. Inglaterra le había ofrecido la elegancia y cultura que su mente necesitaba, así como amistades y mucha diversión con todos sus amigos y su familia. Aunque también un secreto que él guardaba recelosamente.
Tanto él como Draco poseían en la memoria aquellos dos únicos besos compartidos a los siete años, y así habían decidido mantenerlo; como un dulce recuerdo de su infancia. Pues después de aquel Yule en casa de los Kauffman, ninguno había se había atrevido a tocar el tema de nuevo y tampoco habían vuelto a compartir un beso nuevamente.
A pesar de ello ambos se mantenían siempre juntos. Siendo Draco quien siempre se aseguraba de espantar a cualquiera que se le acercara más de la cuenta a su amigo.
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El reloj marcaba las 3 de la tarde, y era una tarde relativamente tranquila en la mansión Kauffman, a decir verdad, demasiado tranquila; y fue sino hasta que Annabeth notó ese exceso de calma que se dió cuenta de que su hijo no había aparecido durante todo el día.
No es que fuera raro.
Por lo general si había ruido en la casa era porque todos los chicos se habían reunido ahí y si estaba todo tranquilo era porque su hijo y sus amigos habían ido a torturar a alguno de los otros padres. Lo extraño, era que Dizban siempre le avisaba cuando se iba a la casa de alguien más sin falta alguna, mínimo le dejaba alguna carta.
Extrañada por la situación, y a decir verdad algo preocupada; se dirigió a la cocina donde observó a todas sus mucamas ayudando en la cocina.
- ¡Oh! - exclamó Annabeth entrando al lugar. - Que bien que las cuatro están aquí.
- Mi señora. - saludó Helen. - ¿Le podemos ayudar en algo?
- No gracias Heles, solo quería saber si no han visto a Dizban. - preguntó Anna. - ¿O si saben si fue a casa de alguno de sus amigos? - las cuatro mujeres comenzaron a verse entre si sospechosamente
- De acuerdo, ¿qué sucede aquí? - preguntó la señora de la casa.
- Bueno. - comenzó a hablar Nixie. - Es que el joven amo no deseaba que lo supiera, pero. . . .- la chica no se atrevió a hablar ante la fuerte mirada de la pelinegra.
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Un Ángel de Ojos Verdes
Fantasy¡¡EN REMODELACIÓN!!- Para los lectores habituales, quisiera informarles que he estado remodelando la historia, sigue siendo la misma y prácticamente no ha cambiado en nada. Más que nada ha sido una revisión de errores ortográficos y de escritura, e...