Un Ángel de Ojos Verdes

Modales

Música sugerida:

https://www.youtube.com/watch?v=bf4iCPutWd8

------------------------------------------------

Con todo lo que había pasado con Black, Bertram estaba realmente cabreado.

Dejando de lado al imbécil de Dumbledore y los asquerosos muggles que habían cuidado por poco tiempo a Dizban; quién tenía más culpa en todo lo que aquejaba a su nieto, era el idiota aquel; conocido por el mundo como Voldemort; por pocos como Tom Ryddle; pero para él, solo era Tom.

Su sangre demoniaca ardía en furia. Desde hace ya varios días, la ira que hervía dentro de sí mismo lo estaba descontrolando. Sobre todo cuando Diz le contó lo que había sucedido en la cámara de Salazar; ¿quién demonios se creía ese mestizo idiota, para atreverse a tocar a su nieto? Nada menos que al heredero en fila de la familia Kauffman.

Y ahora estaba ahí, a los pies de la enorme reja que decoraba la entrada de Kauffman Manor, en Austria. Había dejado a su hija a cargo de las cosas en Inglaterra; con la excusa de observar cómo iban las cosas en la casa principal, atender a las peticiones de los sirvientes que vivían dentro de los terrenos, firmar negocios, etc, etc, etc.

Y sí, tenía que hacer todo eso; pero no era lo principal por lo que iba; la verdadera razón de su interés, se encontraba sellado en una habitación especial en el más profundo nivel que tenía la antigua casa.

Pese a que aquella habitación partícula era un calabozo, no tenía la horrible y escabrosa apariencia que los calabozos en castillos muggles de la edad media; este era. . . . .especial.

Había sido construido pocos años después que la mansión; estaba especialmente diseñado para encerrar y ocultar ondas de magia incluso más poderosas que las del mismo Merlín y Morgana juntos.

Las paredes estaban recubiertas con papel tapiz de color azul marino y figuras arabescas en negro. Del techo colgaban pesadas cadenas; el suelo estaba cubierto de una alfombra gris oscuro; no había ventanas, pero si una chimenea que ofrecía calor a la peculiar habitación; además de candelabros de piso altos, cuyas velas daban luz al cuarto. A un lado había mesas con artefactos cuyo propósito era infringir dolor; látigos de distintos tamaños, fuetes, cadenas especiales, correas de cuero para apresar, navajas, dagas, entre muchas otras cosas.

Si uno entraba por la puerta, podía darse cuenta, que el recinto tenía un desnivel, pues se debían bajar 6 escalones para llegar al centro de la habitación.

Al ser un espacio con propósito ritualesco; en el centro había una gran mesa de piedra; en el cual, rodeado y cubierto por negros amarres de cuero con letras escarlata, se encontraba el diario de Tom Ryddle.

Inmediatamente que lo había obtenido de Lucius; Bertram lo había llevado a aquellas sala, donde podía sellar y esconder las fuertes emanaciones de magia negra que el objeto desprendía. Sabía, por propia boca de su nieto; que la sangre maldita de los Kauffman, era lo que mantenía sellado el poder que llevaba el diario en su interior. El líder de la familia austriaca no era ningún tonto, y había vivido lo suficiente, como para no saber qué era lo que habitaba en aquel "simple cuaderno" de negras cubiertas.

La entidad de Tom ya estaba despierta; tenía mente, magia y presencia propia. Solo le hacia falta algo; y era un algo que no había podido obtener; y que por lo cual había casi matado a su nieto; un cuerpo propio.

Bertram se sentó en la única silla que había en la habitación; la cual quedaba de frente a la mesa donde estaba el diario.

Aquella silla, en tiempo antiguos, daba asiento a los líderes de la familia pasados; mientras los aquelarres conformados por amigos o familias élite de sangre pura europeas, realizaban sacrificios, rituales, festividades; e incluso, algunas fiestas privadas que se ofrecían de manera discreta y secreta; donde los invitados podían satisfacer alguno que otro apetito . . . . .peculiar. Como buenas creaciones de Hécate; los Kauffman eran la familia que más inducía a otros, a aquellos senderos oscuros de la vida; disfrutando de los rasgos macabros de la lujuria y la pasión, felices de ofrecer un espacio donde sus iniciados e invitados gozaran de los mismos placeres.