- Un verdadero Black - I -

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Música recomendada:

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En una de las muchas habitaciones de Malfoy Manor, Narcissa, observaba con tristeza la figura que se había mantenido postrada en aquella cama, por poco más de tres semanas. Su primo, Sirius Black. Quien prácticamente cayó en la inconsciencia tan pronto como puso un pié en la residencia del matrimonio rubio.

Por miedo a que cualquier indiscreto susurro llevara a las autoridades a buscar a Sirius en su casa, Narcissa había prohibido terminantemente que un medimago o alguien ajeno fuera traído para la revisión de su primo; por lo que, el encargado de revisar que Black no hubiese muerto, fue Severus. Quien claramente, aceptó a regañadientes.

Desde ese día, Sirius se encontraba en cama sin mover un solo músculo, con las manos recargadas sobre el pecho, la quijada apretada y tensa, su respiración débil y jadeante; cosa que era una de las pocas señales de vida que permitían a Narcissa saber que su primo seguía con vida, eso y el gesto que en ocasiones Sirius ceñía en muestra de dolor. Algo también recurrente, eran los repentinos ataques de pesadillas que lo atormentaban, estos, usualmente, iban acompañados de fuertes espasmos de dolor, y manotazos que daba el hombre; en un un intento por defenderse de aquello que lo acosara dentro de su subconsciente.

Curiosamente, dichos ataques, se apaciguaban con la presencia de Narcisa, quien cariñosa; se mantenía fielmente a su lado, intentando ahuyentar con su presencia las sombras de las pesadillas; y proporcionarle a su primo, por lo menos unos segundos de paz. Severus aseguraba que aquel coma era el resultado de una fuerte desnutrición, sumado al agotamiento extenuante del cuerpo de Sirius, dando como consecuencia un coma relativamente profundo, acompañado de fiebre y fuertes espasmos musculares.

       - ¡Ahh! - comenzó a quejarse entrecortadamente el postrado hombre. - Ha. . .Harry. . . .No. - llamaba entre pesadillas el ojigris, mientras de sus cerrados ojos, se escapaban débiles lágrimas.

Cissy, temerosa de otro ataque, sumergió rápidamente un paño de algodón en una infusión prescrita por el propio Severus, una mezcla de agua de manantial y plantas medicinales, las cuales ayudaban a la rubia mujer a reducirle la fiebre a Sirius; ademas, aquella mezcla había sido disuelta una poción para dormir sin sueños en formato de ungüento, lo cual ayudaba a tranquilizar a Sirius, y detener sus pesadillas.

La rubia limpió cariñosamente la frente de su primo con el paño húmedo, observando a detalle el rostro de este.

Ella recordaba perfectamente como había sido Sirius durante su juventud. Al Sirius Black que muy recónditamente, se escondía en su corazón, y el que a penas se aferraba a los recuerdos de su infancia.

Desde joven ya era atractivo, pues al fin y al cabo, era un Black.

Complexión media pero de buen porte, tez pálida; de largo y lustroso cabello negro, llamativos ojos grises y ese distintivo aire de "elegancia casual" que todo aquel que llevase sangre Black poseía. Sin mencionar claro, su ácido sentido del humor, su socarrona y perfecta sonrisa, esa mirada profunda y llena de vida que derretía cualquier corazón. Ese, había sido Sirius Black.

Y de él, no quedaba mas que el recuerdo.

Bien sabía ella que Azkaban era una prisión, y que esta, era bastante famosa por lo terrible que era la estadía para sus reclusos; pero no había sido hasta ese momento, en que era consciente del estado tan deplorable en que podía dejarte aquel lugar lleno de miseria.

Hasta hoy, nunca le había preocupado el trato tan inhumano que recibían los prisioneros de aquel lugar olvidado de cualquier gracia divina.

       - ¿Qué ha hecho la vida contigo Sirius Black? - preguntó ella con la tristeza y la nostalgia marcadas en su voz, mientras acariciaba la febril mejilla del pelinegro. Al verlo nuevamente y cuidarlo como antaño, le hizo ser consciente a Narcisa lo mucho que había extrañado al granuja de su primo. - ¿Sabes?, con todo esto no pude evitar recordar los viejos tiempos, y todas aquellas travesuras que hacíamos en casa de la tía Walburga. - suspiró ella cansada.

Un Ángel de Ojos VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora