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Tal y como los prefectos habían dicho, a las seis de la mañana del día siguiente una molesta alarma comenzó a sonar por los pasillos de la sala común de slytherin, que si bien no era estridente tampoco era una alarma pequeña ni cómoda; por lo que les hizo pegar un buen brinco a los pobres chicos de primer año, Blaise Zabini fue uno de las pobres víctimas que terminaron en el suelo del susto.
- ¿¡Quién carajos pidió alarma!?, ¡joder! - se escuchó la voz adormilada y molesta del italiano por todos los pasillos.
- ¡Cállate Blaise! - se escuchó el grito de Draco, quien junto con Dizban, eran los vecinos de enfrente de la habitación que compartían el moreno y Theo. - ¡Suficiente tengo con esa maldita alarma como para estar soportando tus gritos en la mañana! - gritaba el rubio mientras intentaba tapar su cabeza con la almohada.
La molesta alarma se detuvo dándoles a los chicos un respiro, todos los de primero intentaron volver a dormir pero al escuchar el movimiento de los alumnos mayores, simplemente decidieron comenzar el día. . . excepto por un pelinegro de ojos verdes a quien la alarma no lo había siquiera molestado.
- ¿Cómo puede seguir dormido después de semejante ruido? - preguntó Draco a si mismo observando a Dizban dormir profundamente, el chico tenía el cabello algo enmarañado y la parte derecha de la cara roja, seguramente por la presión de la almohada.
Bajo su escrutinio, el rubio notó que un mechón negro estaba sobre la nariz de su amigo y este fruncía inconscientemente la nariz para quitar lo que fuera que le picara, dándole una imagen tierna e infantil, hipnotizado por aquellos gestos involuntarios, Draco se acercó a su dormido compañero y comenzó a hacerle cosquillas en la nariz para que siguiera haciendo el mohín.
No fue hasta que Dizban, aún dormido, y perturbado por estar sintiendo cosquillas constantes se movió quedando frente a frente a la cara de Draco.
El ojiplata se sonrojó, pues para su mala suerte, sus ojos se habían posado sobre los rojizos labios de Diz, quien tenía la costumbre de ponerse aceite de almendras o de coco para evitar que se le partieran por el clima, así que por ello, sus labios, siempre amanecían brillantes y suaves.
A Draco de alguna manera, se le antojaron apetecibles y besables. El pequeño Malfoy aún recordaba el beso compartido años atrás, y aunque Dizban y él no habían vuelto a hablar del asunto ni repetido la acción, él era consciente de la extraña sensación que lo invadía cada que miraba o estaba cerca de Diz. La emoción de tenerlo cerca, la ternura que le despertaba, la extraña curiosidad que sentía por el ojiverde, y los recurrentes celos que lo invadían cuando alguien se apegaba demasiado al pelinegro.
Sin mencionar, que los besos dados en aquel primer yule juntos, lo hacían querer volver a experimentarlo nuevamente. Y ahora mismo una oportunidad se le estaba presentaba, él despierto, Dizban dormido, y los labios al alcance.
Tragando seco y con el rostro encendido, Draco se fue acercando lentamente, pudo olfatear el natural aroma a jazmín que siempre desprendía Dizban por las mañana; y sin pensarlo más, juntó sus labios a los del chico. Solo fue un roce inocente, como una pequeña mariposa que se posar sobre una flor para probar su nectar.
Draco terminó el contacto asustado por un movimiento de cabeza que su dormido amigo había hecho, sin embargo al observar que este seguía dormido se tentó a volver a besarlo, pero cuando estaba por volver a hacerlo, la alarma de las seis y media sonó aún más fuerte que la primera, provocando que Dizban abriera los ojos encontrándose al rojo rostro de Draco muy cerca de él.
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Un Ángel de Ojos Verdes
Fantasy¡¡EN REMODELACIÓN!!- Para los lectores habituales, quisiera informarles que he estado remodelando la historia, sigue siendo la misma y prácticamente no ha cambiado en nada. Más que nada ha sido una revisión de errores ortográficos y de escritura, e...