- Flor de la Adversidad - III -

4.6K 535 41
                                    

Música Sugerida:

https://www.youtube.com/watch?v=mIrt5MkGpy0

https://www.youtube.com/watch?v=10P52OzMwTc&t=8362s

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

La luna sobre el cielo—lo que sucede en el presente con Dizban y Annabeth.

La luna sobre el cielo—lo que sucede dentro de la historia contada por Annabeth.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Un mes más. Solo un maldito mes más.

Eso era todo lo que Agatha suplicaba que la Diosa le permitiera soportar en aquel infierno en el que se encontraba atrapada. Aquel infierno en el que día tras días Alberto y su sádica concubina encontraban diversión, una en torturarla y el otro en violarla y golpearla hasta cansarse.

Al transcurrir de los días Agatha solo aparentaba estar evadida, fingía no importarle lo que aquel par le hicieran, sin embargo cuando ya no había nadie en la celda, ella se ponía a estudiar. Estudiaba paso a paso el tamaño de la celda, dónde se encontraba el grillete de madera, la pesada puerta de metal y el montón de paja húmeda que le servía de cama y de escondite para el cuerpo en descomposición de su bebé no nato.

Pero lo más importante que estudiaba a memoria de tacto, era en dónde se encontraba, y a qué altura, aquella minúscula ventana abarrotada, donde todas las noches se asomaba la luz de la luna.

A pesar de la enorme resistencia y control mental que Agatha aplicaban para seguir aparentando estar perdida en su propia mente, aquel mes, se le hizo largo y eterno; pareciera que los Dioses la estaban poniendo a prueba.

Angélica, cansada de las torturas cotidianas, decidió volver a su hobby favorito, mutilar a Agatha; divirtiéndose esta vez cortando 3 dedos de los pies de la pelinegra y arrancando las uñas de sus manos; extasiándose con los gritos y súplicas de la indefensa mujer. Mientras que Alberto, bueno, él había desarrollado un enfermizo placer por llevar guardias o amigos a la celda de Agatha y ver como la violaban en grupo, cuando ellos terminaban, ahora era él quien la ultrajaba terminando por golpearla entre todos dejándola al borde de la inconsciencia.

Ese era un día a día que Agatha resistía cual roca contra las olas, gracias a lo único que la mantenía cuerda, el deseo de venganza, que había crecido en su interior como si un monstruo hambriento se hubiese apoderado de ella

Finalmente el día llegó.

-

Aquella noche, Angélica no había asistido a su sesión de insana diversión, pero el que sí había ido a darle un mensaje especial a la pelinegra era Alberto.

- Hola preciosa. - saludó el castaño joven entrando a la celda junto con cuatro hombres más. - Mira lo que te traje. - dijo él refiriéndose al cuarteto que lo acompañaban mientras todos se reían ante la imagen de aquel despojo humano, que alguna vez había sido una hermosa joven.

Agatha se encontraba sentada en una esquina al contrario de la puerta de la celda, inmóvil y con la mirada perdida, su ropa se encontraba rasgada en su totalidad, cubierta de sangre, mugre e inmundicia; su piel pálida estaba amoratada, llena tierra y sangre; lo poco que quedaba de cabello estaba enmarañado y sucio, y su rostro en antaño hermoso, ahora solo era un gran hematoma rojo y morado con dos cuencas lastimadas y vacías.

- Hoy querida, he traído algo especial, solo para ti. - explicó el cruel hombre acercándose a la ciega mujer. - Tristemente, hoy será la última vez que estemos cara a cara. - aunque el rostro de Agatha no reaccionó, por dentro entendió a que ser refería Alberto. - Bueno, al menos de este modo, por que al amanecer, estaré en primera fila para ver como ardes y vas derecho al infierno.

Un Ángel de Ojos VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora