- Toma Una Mordida de Mi Corazón -

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Música recomendada:

https://www.youtube.com/watch?v=XaFL5yo74IM

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       - Espe. . . ah. - se escuchaban los suaves y delicados jadeos de Neville, dentro de aquel salón aula abandonada del castillo. - N. .no tan. .ah. . .fuerte.

Draco Malfoy, ya de 13 años y medio; estaba junto a la puerta de aquel salón con los brazos cruzados, un pie recargado sobre la pared, el ceño fruncido y una vena saliente asomándose por su frente gracias a la molestia y enojo que le provocaba escuchar lo que pasaba dentro de ese salón.

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Las vacaciones después de aquel angustiante segundo año habían traído bastantes cambios al grupo de slytherins de segundo, ahora tercero, y entre estos cambios, llegaron los cambios corporales propios e incómodos del crecimiento.

Todos sin excepción habían crecido al menos unos 10 cm, pero el par cuyos cambios habían sido más notorios, habían sido los de Draco y Neville.

Neville había dado un tremendo estirón, al punto de que había logrado superar en altura a la mayoría, sin contar con que su cuerpo ahora era mucho más delgado y sus facciones se habían afinado y suavizado. Esto, por alguna razón, le provocaba ansiedad al chico de ojos color miel; quién siempre se mostraba incomodo ante las felicitaciones o comentarios de dicho cambio.

Por el otro lado, Draco no solo había crecido, sino que además había ganado un poco de la estructura ósea y muscular característica de los Malfoy, que en palabras del propio Lucius; todos los Malfoy poseían una complexión alta, esbelta, de espalda y hombros anchos, cadera delgada y cuello grueso. Claro que los arduos entrenamientos de quidditch a los que el rubio se había sometido también le estaba ayudando a fortalecer el cuerpo.

Y si bien Draco no había cambiado tanto al punto de desconocerse, si se le veía un paso más adelante en el camino de obtener dicha figura, empezando por la espalda.

Gracias a que el grupo había crecido bastante, terminó siendo obvia la diferencia de estatura de Dizban y Theo; quienes no habían alcanzado todavía una estatura típica de un adolescente. Esto provocaba constantes burlas del resto, haciendo que ambos chicos se la pasaran rogando a Severus por alguna poción que les ayudara con el tema de la estatura.

Cosa que claro, les era negada por el pocionista.

Otra cosa que había traído aquel verano tan caliente, eran los terribles sueños húmedos; que constantemente, se la pasan atormentaban a los adolescentes. Incomodándolos al punto de irritarlos diario, en consecuencia todos en secreta unanimidad había decidido dejar de organizar las típicas pijamadas en casa de los demás; queriendo evitar que el resto fueran testigos de penosos episodios y bochornosas situaciones; sin mencionar los embarazosos despertares, así como los baños de agua fría durante la noche.

Pero sobre todo, al menos para Draco y Dizban, habían sido unas vacaciones de lo más extrañas, pues Draco se vió introducido en una verdad tan abrumadora como la brea misma.

Siendo torturado constantemente con la imagen de Dizban en aquella forma demoniaca. Imagen que no lo dejaba dormir. El rubio fácilmente podía recordar la primera vez que había visto al pelinegro de aquella forma.

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- Eventos Posteriores a los Acontecimientos de la Cámara de los Secretos -

       - Veme Draco. - pidió el heredero de los Kauffman con voz oscura. - Veme tal cual soy. - el rubio parecía querer hablar, pero ninguna palabra podía salir de su boca. - Mírame y ódiame. - insistió el pelinegro, casi con dolor. - Ódiame y témeme, porque esto es lo que soy, Malfoy. - concluyó Dizban, arrodillándose a la altura del rubio, y de un tirón, acercó su cara a la del de ojos plateados, dejando que Draco viera directamente esos ojos demoníacos y depredadores que escondían el terror por lo que estaba por venir.

Un Ángel de Ojos VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora