- Llamado del Alma -

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Era una noche tranquila.

La luna llena reinaba como la gran soberana la noche en un cielo completamente estrellado. El viento sacudía las copas de los árboles, y en un claro, justo en medio del bosque de Dean; una mujer estaba sumergida hasta las rodillas en una laguna, completamente desnuda, y siendo bañada por la luz de la plateada luna.

La blanca y pálida piel de la mujer parecía resplandecer a la luz de la luna sobre el reflejo del agua. Pequeñas gotas de agua caían a través de las hermosas ondulaciones de su largo y azabache cabello, las cuales parecían pequeños diamantes brillantes que coronaban su cabeza; cualquiera que mirara la figura alta y delgada en aquella sublime escena, pensaría que estaban en presencia de una diosa.

Aunque la verdad era, que aquella hermosa mujer con sus manos alzadas hacia al cielo nocturno, estaba ofreciendo oraciones a la antigua diosa de la luna.

Buscando entrar transe.

La mujer dejó fluir su magia, que, siendo el 31 de octubre, era más fuerte e inestable de lo habitual; y aunque no quisiera, tendría que liberarla toda para poder alcanzar un nivel espiritual superior y tal vez, su diosa, le mostraría alguna visión, o cualquier pista del camino que debía seguir en su vida.

Poco a poco, el viento comenzó a bailar suavemente con los árboles, reproduciendo así su hipnótico sonido, el agua tranquila de la laguna se agitó con el contacto de las ranas y cualquier otro animal pequeño que pasara, los grillos comenzaron su delicado murmullo. Y en menos de lo esperado, la noche comenzó a ofrecer una serenata única que, junto con el olor del bosque, provocó que la mujer concentrada comenzara a entrar en una epifanía.

- Dentro del transe -

La hermosa mujer estaba completamente sola, no había nada allí, solo oscuridad y profundo nada frente a ella.

Era la primera vez que su transe le mostraba esa soledad, de hecho, era la primera vez que el trance le mostraba una visión.

Un suave aroma a vainilla comenzó a flotar en el aire y frente a sus ojos, apareció una pequeña luz; era tenue y pequeña, y parecía estar muy lejos de ella. Al darse cuenta de la presencia de esa luz, la mujer comenzó a correr, o al menos eso creía ella, para estar más cerca de aquella luminiscencia.

Se estaba acercando cada vez más a la suave luz, que irradiaba un calor único. Esta era de un ligero color verde, y cuanto más se acercaba a la pequeña estrella, más claramente podía sentir un ligero y agradable escalofrío recorrer su cuerpo.

Cuando finalmente estuvo frente a esta, la tocó. Inmediatamente una explosión de luz blanca la cegó por unos segundos; y tratando de recuperar su visión, la pelinegra se frotó sus azules ojos hasta que pudo enfocar la vista correctamente, y lo que vió, la dejó sin aliento.

Frente a ella estaba ella misma con un hermoso bebé entre sus brazos, ambos unidos por un cálido abrazo, irradiando el inmenso amor que solo una madre y su retoño podían compartir, una visión que instaló un hermoso sentimiento en las profundidades de su corazón.

Llena de emoción, dejó caer algunas lágrimas ante la imagen que le era mostrada, y una pequeña sonrisa se dibujó en su hermoso rostro. Se acercó a la visión con ganas de tocarla y tomar al hermoso bebé en sus brazos, temiendo que desapareciera.

Pero, en el momento en que lo tocó, la imagen desapareció y el calor que había sentido anteriormente a su alrededor también, dejando solo un frío helado en el aire. Por alguna razón, un fuerte sentimiento de angustia y desesperación la invadió, algo no estaba bien, ella lo sabía; cada célula de su cuerpo se lo gritaba. Su mente estaba inquieta y tenía que hacer algo, no sabía qué; pero era algo que, estaba segura, significaba vida o muerte.

Un Ángel de Ojos VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora