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- ¡¿Y me puedes decir porqué, por la gran Morgana, no me dijiste tal cosa?! - reclamó casi a todo pulmón Draco, al descubrir lo que le habían robado a Dizban. - ¡¿Quién en su sano juicio guarda un objeto, del que es consciente, está rodeado de magia oscura?!, por la Diosa Dizban, pareces un gryffindor.
- No pensé que fuera importante. - intentó justificarse Dizban apenado, en especial porque sabía que Draco tenía razón. - Además, no quería molestarte ni causarte problemas Draco, ya hay suficientes como para molestarnos por un objeto que encontré por mera casualidad. - el ojiverde le restó importancia al hecho
Draco, quien estaba cerca de la puerta, la cual ya habían reparado, volteó a ver a su amigo como si no lo reconociera; con los celos surcándole el estómago de nuevo. El rubio observó a Dizban con intensidad. Diz, sintió un escalofrío ante el escrutinio. Estaba de espaldas al ojiplata, y aunque no lo veía, podía perfectamente la mirada del contrario sobre él. Era como si aquellos ojos de plata tuvieran unas invisibles manos, y en ese momento las tuviera en cima suyo.
Volteó a observar al rubio, y tuvo que tragar saliva. Aquellos ojos lo miraban con tal intensidad, oscilando entre enojo, molestia y celos; que a Dizban casi se le cae el tintero que hacía tan solo unos segundos había levantado del suelo.
Y ahí estaba otra vez, aquella misma sensación que había experimentado en el Callejón Diagon. El miedo y la incertidumbre combinándose en una extraña sensación que lo paralizaba y emocionaba por igual, sintiéndose una presa a merced del heredero de los Malfoy, e inconscientemente, no querer ser nada más.
Lentamente, Draco se acercó al pelinegro, sin dejarlo de mirar, sin hablar y con andar casi felino; finalmente llegando frente a frente al pelinegro e invadiendo su espacio personal. Dizban tuvo que regular su respiración por el acercamiento tan abrupto, sintiendo miedo y emoción por lo que estaba pasando, sintiendo sus sentidos despertar y hacerle más sensible de lo que era. Consciente del latir de Draco, de su aroma, pero sobre todo de su cercanía.
- Y sigues preguntando el porqué me molesto contigo. - habló de repente Draco, muy cerca del oído de Dizban. Este, queriendo evitar aquella mirada, se volteó para escapar. - No me gusta que me ignores, Kauffman. - dijo Draco sujetándole el brazo, ante la intención de Diz de escapar.
- No. . . . - comenzó a hablar Dizban con la voz temblorosa. - No te estoy ignorando.
Draco sonrió con arrogancia y puso sus manos lado a lado de la cabeza de Dizban, de algún modo, acorralándolo, y lo giró para que lo mirara a los ojos.
- En ese caso. - Draco se volvió a acercar al oído de Dizban. - ¿Porqué no me confías nada a mi?
- Yo. . . yo no. - Dizban no sabía ni lo que decía, la cercanía de Draco no le ayudaba en nada, el aroma de su sangre lo incitaba a morderlo, estaba tentado incluso a suplicarle por una gota de sangre, a rogar porque no se alejara de él; que lo siguiera intoxicando con su cercanía.
- Estoy seguro que de preguntarle a Longbottom. - decía con suave voz Draco, mientras acariciaba con lentitud el brazo de Dizban. - Sabría del diario ese.
- ¿Volvemos a los celos contra Nevie? - preguntó irritado Dizban, suplicando a la diosa que la situación de algunos meses atrás no se repitiera.
- No lo entiendes, ¿verdad? - Draco abrazó suavemente a Dizban, y le habló en un cansado susurro. - Siempre estoy celoso de Longbottom. - confesó el rubio, aferrándose a la ropa de su amigo. - Estoy celoso de todo aquel que se te acerque y me robe un poco de tu atención. - aquello sorprendió al ojiverde. - Sé que no es bueno, pero no lo puedo evitar. . .desde que te conocí, algo dentro de mi me hizo querer monopolizarte. . . y eso me da miedo, Diz.
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Un Ángel de Ojos Verdes
Fantasy¡¡EN REMODELACIÓN!!- Para los lectores habituales, quisiera informarles que he estado remodelando la historia, sigue siendo la misma y prácticamente no ha cambiado en nada. Más que nada ha sido una revisión de errores ortográficos y de escritura, e...