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"¿O acaso olvidaron que, cuando fuimos unidos a Cristo Jesús en el bautismo, nos unimos a Él en su muerte? Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva"

Romanos 6.3-4 NVI

Aurora.

He despertado esta mañana con un torrente de emociones que me paralizan. Mi alarma está sonando, son las cinco de la mañana. Me levanto de la cama, aventando el cobertor, estoy sudando frío y mis piernas tiemblan. Parece ser que mi garganta está seca, porque cuando intento inhalar aire un ronquido sale de mi boca.

Por un segundo, mientras veo por toda mi habitación la luz que ilumina ligeramente el ambiente, pienso en todo lo que he hecho para llegar a este momento. He luchado, he llorado, he caído y me he vuelto a levantar. Si me preguntaran; si pudiera modificar o cambiar mi pasado, ¿lo haría?... Rotundamente respondería que no. ¿Por qué? Por qué a causa de todos mis errores, vivencias, amaneceres oscuros y días turbulentos; en definitiva no me negaría a eso porque todos esos acontecimientos me llevaron a los pies de Cristo. Reconocí mi condición pero acepte la posición que Dios tenía y tiene para mi vida. Y ahora... ahora veo un mejor amanecer cada día. Como hoy y ahora, todo tiene un nuevo comienzo y es una nueva oportunidad de seguir adelante sin volverme al pasado. Ya no soy presa de eso porque Cristo ha abolido todo mal y pecado en mí.

ꟷ Hija... ꟷ mi puerta se abre y mi madre aparece dentro de mi habitación.

La expresión en su rostro, muestra emoción y orgullo. Después de todo este tiempo siento que estoy haciendo las cosas bien.

ꟷ Prepárate cariño, hoy es un gran día. ꟷ me dice mientras me rodea con sus largos brazos.

No es hasta que se quita cuando siento que estoy temblando.

ꟷ ¿Estás nerviosa? ꟷ pregunta mi madre posando sus manos sobre mis hombros.

ꟷ Un poco ꟷ digo.

Los nervios suben de mi estómago hasta mi cabeza, me mareo, más sin embargo, siento un profunda paz. Mi madre sale de mi habitación y baja a la cocina a preparar el desayuno.

Pongo los pies en el piso. Por poco, pienso caer de espaldas a la cama pero de inmediato me levanto y corro hacia el baño. Me doy una ducha caliente, me visto, maquillo, peino y preparo para lo que se vendrá. Me veo al espejo con mi vestido negro, largo y liso. Sonrío. Hacía mucho que no sonreía frente al espejo, es como reconciliarme con mi anterior yo pero la observo a los ojos diciéndole: "este es tu último día de vida. He de seguir sin ti".

Mi móvil suena haciéndome brincar. Lo tomo y contesto.

ꟷ Amiga, ¿cómo estás? ¿Ya lista la novia? ꟷ Me pregunta Eduardo desde el otro lado del teléfono, emocionado.

Río entre dientes.

ꟷ Lo dices como si de verdad me fuera a casar ꟷ digo.

ꟷ Pues literal te vas a casar. Estas comprometida con Jesucristo, y hoy harás un pacto.

ꟷ Tienes razón. ¿Ya estás ahí? ꟷ le pregunto curiosa.

ꟷ Sí. Y aquí ya está Nazaret, ¿eh?

Sonrío.

ꟷ No te pregunte por Nazaret, te pregunte que si ya estabas en el jardín donde serán los bautizos, bobo.

Eduardo suelta tremenda carcajada y me dice sarcástico:

ꟷ En el fondo sé que querías saber si él estaría presente en tu día especial.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora