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"Olvida el pasado; eso no es nada comparado con lo que voy a hacer. Porque estoy a punto de hacer algo nuevo. Mira, ya he comenzado. ¿Qué no se dan cuenta? Haré un camino a través del desierto; crearé ríos en la tierra árida y baldía"

Isaías 43. 18-19 (TLA)

Estaba llorando. Era la primera vez que oía llorar a Eder de una manera que afligía mi corazón.

Salí corriendo de mi casa con la pijama puesta. Cogí las llaves del coche y antes de cerrar la puerta de entrada, escribí y deje una nota sobre la mesa por si mis papás despertaban y se preguntaban dónde estaba.

Mientras manejaba los largos kilómetros que me esperaban hacia mi destino, mi cabeza deambulaba preguntándome porque Eder había decidido quitarse la vida. Puede que quizás la culpa, o el bullyng de las personas machistas, o cualquier otra cosa menos comparado con compasión y amor, causaron en él las ganas de dejar de existir.

Avance por la avenida con las luces parpadeando. Pise el acelerador para ir a toda velocidad y llegar antes de que fuera demasiado tarde, y orando dentro del auto para que Dios lo mantuviera con vida en lo que llegaba en su auxilio. Mientras me acercaba más a mi destino – según el GPS - , miraba a todos lados en busca de un policía, alguien que pudiera ayudarme a bajarlo del rascacielos.

Llegué a la avenida "Paseo de la Reforma", el rascacielos que ahora era llamada "La torre mayor" y antes se mencionaba "el cine de Chapultepec", se encontraba oscuro y solitario. No parecía haber nadie adentro. En la esquina había un coche. Me estacioné, salí del auto y cerré con seguro. Como rayo corrí hacia el coche y abrí la puerta. No había nadie pero estaban sus cosas. Me volví hacia lo más alto del rascacielos y suspire. Tenía que buscar la forma de entrar.

Enfoque la mirada a mí alrededor. Puertas, ventanales, los muros exteriores, los pilares – tenía la esperanza que pudiera escalar sobre ellos si tenían una pequeña abertura para meter los pies -, y por último, la cámaras de seguridad que observe adentro y afuera del edificio.

ꟷ Dios... perdóname. Sabes porque lo hago. ꟷ susurré.

Lo dije porque sabía que el allanamiento de morada es un delito, bueno, mientras este no estuviera en servicio. Me armé de valor, por un fugaz momento miré en medio de la oscuridad y corrí hacia la parte de atrás del edificio para buscar otra entrada. Me mantuve con la cabeza gacha y sigilosa, me aproximé a una puerta grande, jale y di tirones, pero no abrió al instante. Suspire y limpie la palma de mis manos sobre el borde de mi pantalón: el tiempo se me estaba acabando. Entonces, saque el móvil del bolsillo y marqué a su número, sonó una, luego dos, y al tercer tono una voz ronca habló:

ꟷ Bueno... ¿Aurora ya estás aquí? ꟷ pregunto Eder afligido.

ꟷ Sí, solo que no sé cómo entrar. ¿Cómo rayos le hiciste? ꟷ dije desesperada.

Me quede absorta cuando él rio.

ꟷ Cariño, se te olvido que te dije que mi mamá trabaja de limpieza. Entre con sus llaves del trabajo. ¿Dónde estás?

ꟷ Vine a hurtadillas por la parte de atrás, pero solo hay una puerta que está cerrada...

ꟷ Camina más a tu izquierda ꟷ dijo ꟷ, agáchate un poco más y entre unos arbustos encontraras una puerta oculta, no muy grande. Está abierta, corre, ¡anda! Necesito que estés aquí.

ꟷ Si hombre, voy, voy.

Colgué. Camine diligente hacia la pequeña puerta y al tirar de la manija esta se abrió. Me volví a mí alrededor y entre, cerrando con cuidado para no hacer demasiado ruido. Anduve por un pasillo oscuro, a la orilla, cuidando que las cámaras no me captaran. Busque una salida de emergencia (siempre había una en cada edificio), y cuando la encontré, entre en ella.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora