27

266 31 2
                                    

"Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá su trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará"

Lucas 3.17 Versión (Reina Valera)

Aurora.

Seguro que soy la única que estaba esperando y deseaba que acabaran las fiestas del día de muertos. No los juzgo y hasta lo respeto, pero oír y ver todo lo que conlleva esa costumbre, me hacía sentir tremendamente incómoda. Durante el resto de mes de noviembre, empecé a tener menos deberes en la escuela y más tiempo libre, lo cual impliqué mis esfuerzos y toda atención al ministerio en la Iglesia. Tengo un anhelo por servir. No veo el momento de empezar el nuevo plan de trabajo que Nazaret tiene preparado para los jóvenes, pero lo más importante, estar sensible a lo que Dios quería decirnos cada viernes por la tarde.

En cambio, después de la crisis de Eder, a principio me sentí mal por haberlo rechazado cuando lo conocí. Ahora entendía todo el dolor y la destrucción dentro de su corazón, era algo que lo obstruía a poder abrir su corazón a Dios, y lo que es peor, la energía que gastaba en ello. El caso es que decidí ayudarlo, entenderlo y ser su amiga, sin importar si aún tenía duda de su identidad o si lo había soltado por completo. Cuando hable con él y se desahogó, a partir de entonces, me sentaba todas las tardes a platicar con él o a convivir, cada día de toda la semana.

Al principio, no me agradaba del todo ir a su casa estando "sus amigos" con los que acostumbraba a salir cada fin de semana. En cuanto llegaba, me sentaba en el sillón y platicaba un poco con sus invitados, si es que aún no se iba, peor en cuanto salían... sacaba un libro nuevo para mostrarle y él se ponía a leerlo con un poco de desánimo y seriedad. Sólo se animaba un poco cuando salíamos a caminar por el parque o en el centro comercial. Al cabo de unos cuantos días, comenzamos a charlar un poco más sobre el evangelio y Jesús.

Era bastante edificante. Eder algunas veces se abría y ponía las cartas sobre la mesa, así podía entenderlo más, aunque a veces se ponía muy distante cuando tecleaba su móvil.

Un viernes, la segunda semana de diciembre, tuvimos tarde de película y reunión juvenil en la iglesia. Yo llegué entusiasmada a la casa de Eder y le dije:

—¡Hoy es tarde de película! ¿Quieres ir?

Sentado en el sillón de la sala de estar donde solíamos leer, él frunció el ceño. Acababa de formular una pregunta muy sencilla pero desafiante. Eder aun detestaba ir a la iglesia, pero siempre que salía de ahí comentaba lo ligero y feliz que se sentía, quizá eso era lo que lo animaba a seguir yendo a pesar de todo.

—¿Entonces? —insistí, tratando de llamar su atención —. ¿Quieres ir a ver una película?

—No sé. Unos amigos vendrán a verme, santa.

"Santa", a veces usaba ese adjetivo para referirse a lo que soy. Pero no me importaba, me gusta y prefiero mil veces eso a lo que era antes.

Eder volvió sus ojos a las páginas del libro que le había prestado "Una vida con propósito". Agarre el libro que traía entre manos que estaba leyendo.

—¿Crees que podrás posponerles? —le pregunté riendo—. Estás haciendo un buen trabajo en tu persona interior leyendo ese libro, pero no sé, algo me dice que esta vez sí me acompañes.

Eder ya había faltado a dos tardes de película, después de la primera que le invite. Parece que lo dejo bastante asustado "Dios no está muerto", a mi parecer, nada fuera de lo que no haya escuchado.

El hizo una mueca, viéndome.

—¿Y tu película de que trata? —pregunto de forma hostil.

—Si no vienes no lo sabrás, ándale—dije, guiñándole un ojo.

Él sonrió.

Media hora después, aguardábamos sentados en las sillas de la iglesia, esperando que reprodujeran la película dentro del auditorio. Nazaret se encontraba en la cabina preparando la película que estábamos por ver: "La pasión de Cristo". Segundos después, el auditorio de la iglesia estaba llena de jóvenes, jóvenes adultos y uno que otro adolescente.

Nazaret y yo llevábamos todo un mes orando y ayunando cada viernes en la mañana hasta la tarde, para que Dios tocara o impactara el corazón de los muchachos al ver esta película. Era evidente que más de uno lo había visto y sabia de que se trataba, pero por una razón u otra, el Espíritu Santo nos revelo que esta era la oportunidad, el momento, con las personas correctas para hacerlo. Yo oraba con todo fervor: "Oh Señor, tú sabes la necesidad de cada joven que vendrá a la reunión. Cumple el propósito al que fueron llamados". Realmente, oraba con el enfoque en mi nuevo amigo Eder, necesitaba un milagro para que su corazón fuera transformado y sus pensamientos no se hundieran en las mentiras del enemigo. Nazaret y yo, fuimos llamados a hacerlo y obedecimos. Más tarde entendí cuál era el plan de Dios para todo esto...

Fue un alivio ver que Eder no dejaba de fijar sus ojos en la pantalla, no buscaba distracciones ni mucho menos las provocaba. Él no decía gran cosa, solo se encontraba concentrado en lo que veía y escuchaba. Cuando terminó la película, Eder se llevó las manos a la nuca y dijo:

—Qué fuerte.

Hablo con un tono un poco apagado pero sorprendido, como si no acabara de creerse lo que había visto. Yo me le quede mirando, preguntándome si Dios le había revelado su grandeza y su poder y que para El no hay nada imposible. Segunda, y lo más importante, si podía entender el gran amor que tiene para con él.

Entonces, de la nada, o más bien, el Espíritu Santo le dijo por medio de mi:

- Dios se compromete a quemar la paja de tu vida. ¿Estas dispuesto a que haga eso en la tuya? 

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora