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"Así dice el SEÑOR: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del SEÑOR se aparta su corazón."

Jeremías 17.5

Aurora.

La noche del domingo, llegué a casa lista y emocionada por empezar a poner en práctica lo aprendido en el curso. Aunque mi pesado cuerpo no soportaba más las horas que había viajado en auto y volado en avión. Me di una ducha, cambié mis prendas para dormir y me eché a la cama hecha un mar de lágrimas por el cansancio que me cargaba.

Sin embargo, ese día no pude conciliar bien el sueño tras estar pensando en Eder, mi mejor amigo. Pensé que haría de romántico y volvería y estaría esperándome en la puerta de mi casa para luchar por nuestra relación, pero no apareció. Parecía que ya había tirado la toalla, porque cuando revise mis mensajes de Facebook y Instagram, no tenía ningún mensaje de él, simplemente sus solas notificaciones de fotos donde se encontraba con Tania u Oliver y todos los demás saliendo a pasear, haciendo cosas para la iglesia, sirviendo, etc. Pero, ¿por qué recaía en mí la responsabilidad de arreglar las cosas entre nosotros? Y eso sin tener la menor idea si aún sentía él algo por mí.

Que más daba. Mi fiesta de bienvenida fue esa misma semana el sábado por la tarde en la iglesia- Fue increíble. Mis amigos (a excepción de Eder), habían venido a casa para festejar. Sí, mi madre había invitado a Eder, cómo no, pero el no pudo venir, excusándose que estaba ocupadísimo con un trabajo temporal que había conseguido de medio turno. Ni siquiera me regaló nada ni vino a verme. En un par de semanas sería su cumpleaños y eso me ponía todavía más nerviosa.

Si al menos mi familia dejara de hablar de él, la cosa sería más sencilla. Afortunadamente, tenía libres los fines de semana, así que reservaba esos días para mi buen amigo Adrián. Mi nuevo prospecto, ¿por así decirlo?

Adrián se comportó de muy buen humor y sumo cariño en todo tiempo, lo cual resulta que nunca salió a colación el asunto con Eder, de quien sabía muy bien él estaba enamorado de mí.

Aquel sábado, cuando llegué a su auto, parecía súper contento de verme. Estaba feliz de residir un tiempo en la ciudad para poder salir y conocernos. Decidí darle una oportunidad, pero poniendo nuestra relación en manos de Dios.

— Preciosa — se acercó y me dio un beso en la mano ruborizándome la mejilla—. Pensé que podríamos ir a cenar a italianni's y de ahí al cine, ¿Qué te parece?

— Claro.

Me puse la cazadora y entre, dando marcha a nuestro destino. No estaba de muy buen humor. La noche anterior, en la cena, mamá me había platicado que se había encontrado a Eder y a su padre en el súper, pero que, al acercarse y saludar al padre de Eder, el otro ni se inmuto y se alejó del lugar fingiendo que mi madre no existía. Parecía que también con mi familia estaba marcando la ley de hielo, pero, ¿qué le pasa? ¿por qué es tan bipolar?

Más tarde, baje del coche. Adrián me abrió la puerta y nos encaminamos al restaurante, tomados de nuestros brazos y charlando.

— ¿Me esperas un momento? Tengo que hacer una llamada rápida.

— Claro — le contesté.

Espere tranquila, afuera del restaurante frente a la puerta de entrada.

De repente, todo se complicó.

— ¿Aurora? — me di media vuelta y vi a Eder con Carlos, su ex novio gay—. ¿Qué haces aquí?

— Pues... vine a cenar, ¿tú que crees?

Mi corazón se partió en mil pedazos. Los ojos de Eder se posaron en los míos, expresando dolor y sorpresa. Ninguno de los dos se lo esperaba. Suponía que Eder se había atrevido a salir con su amorío a estas horas de la noche pensando que ningún conocido se lo encontraría, sabía que los de la iglesia ya estaban en sus respectivas casas las noches del sábado para el domingo en la mañana estar frescos. Por desgracia, conmigo fue la excepción.

Carlos me miró, luego a él y por fin interpuso entre los dos. 

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora